León García Lam

En la celebración eucarística celebrada el cinco de diciembre del 2005,  en la capilla de Guadalupe de Cerritos, el padre Mariano Zamarripa Díaz, dijo: “Ustedes [peregrinos a Torrecitas] tienen años visitando a la virgen, no porque ella no esté aquí con nosotros, ya que sabemos que la auténtica y original está en el cerro del Tepeyac, esa es la auténtica y original, las demás son réplicas todas…”  ¿Por qué razón un sacerdote les dirige este mensaje a los devotos de una hierofanía guadalupana que no es la del Tepeyac? ¿Acaso tenía la intención de hacerles desistir de su caminata devocional de más de 150 kilómetros por planos y sierras potosinas? No lo creo. La Iglesia es precavida en considerar “verdadera” a cualquier supuesta aparición mariana; pero también considera ofensivo que “otros” empleen los signos religiosos de los católicos, en especial a la virgen de Guadalupe, como lo manifestó el arzobispo Luis Morales Reyes.

Sin embargo, por todos los rincones de México abundan hierofanías guadalupanas que gozan de un culto popular que es marginal al catolicismo; la virgen tiene el poder de aparecerse copiosamente en piedras, árboles, paredes, plantas, pisos, manchas, sin que la Iglesia pueda controlar estas apariciones: no las puede condenar (pues condenaría a todo México), pero tampoco las puede permitir. Así que mantiene un discurso discreto: estas imágenes son ilegítimas, incluso peligrosas, pero dentro de “ciertos límites” son tolerables (producto de la “fe natural” instrumento de Dios para acercar “al rebaño”. (Pablo VI 1975, p.48). Mi pregunta es otra: ¿de dónde viene esta capacidad reproductiva de la guadalupana? ¿Todas las imágenes (réplicas) de la virgen de Guadalupe poseen los mismos atributos?   Pasando por alto, la opinión de sacerdotes y arzobispos: ¿cómo asumen las personas los poderes de estas imágenes? Numerosos trabajos antropológicos apuntan a que las divinidades indígenas, antiguas y actuales, gozaron y gozan de cuatro capacidades: a) división (multiplicación), b) reintegración a su fuente, c) separación de sus componentes y d) reagrupación para formar a un nuevo ser divino (López Austin 1994, p. 25). Sea el objetivo de este trabajo, mostrar cómo estos cuatro atributos se manifiestan en la virgen de Guadalupe, en su réplica conocida como la virgen de las Torrecitas.

El santuario de la virgen de las Torrecitas se encuentra en el corazón de la sierra de Santa María del Río, muy cerca de San José Alburquerque y de la exhacienda de Badillo, entre escarpadas y áridas sierras. El topónimo se debe seguramente a la extravagante morfología del cerro que corona al santuario, también conocido como la Media naranja (Cabrera 1969, p. 293) y posiblemente se deba también a la familia Torres, que era dueña de la hacienda de Badillo y del santuario en el siglo XVIII (AHSLP). Según la tradición popular, la imagen se apareció en este lugar en 1771, a un señor llamado Silvestre, que dicen unos era un ladrón de lechuguilla y según otros era un caporal que perdió una vaca (García Lam, 2006 p. 163). La imagen se encuentra sobre la superficie llana de una peña. El contorno de la virgen de Guadalupe se dibuja en color dorado; algunas partes de la roca —protuberancias, muescas— benefician la percepción de la imagen dándole volumen; las alas del ángel a sus pies revelan discretamente que alguna vez estuvieron pintadas con los tres colores del lábaro patrio. La imagen se encuentra plasmada sobre un fondo negro. Muchos dicen que este fondo se debió a la explosión que provocó un soldado para volar la peña y otros afirman que se debe a la insistencia de un sacerdote de querer cortar la peña con un barreno. Ambos casos fueron castigados por la virgen, por supuesto. El santuario está ubicado entre una cañada muy honda y un cerro muy alto, de tal modo que el sitio comunica tanto al mundo ctónico como al celeste; otra peculiaridad del santuario, es que está ubicado en un lugar tan escondido que no puede ser visto desde ninguna parte sino hasta que se está allí.

De acuerdo con mi experiencia de campo, considero que la virgen de las Torrecitas, según el culto y las peticiones de sus devotos, tiene tres grandes atributos y poderes. En primer lugar, es taumaturga. Es decir, tiene la capacidad para curar. Taumaturgo se refiere a la capacidad de obrar milagros, pero Bloch utiliza el término para referirse a los reyes de Francia que tenían la capacidad de curar —con el simple contacto de su capa— la tuberculosis (1988). En ese sentido, también la virgen posee la capacidad de curar, cuando se le invoca, cuando se toca un ser que ha cargado (to charge) de su poder. Los devotos de las comunidades de Villa de Reyes y San Felipe, tienen en el centro de sus hogares un altar doméstico en donde son colocadas piedras en las que se ha aparecido la virgen; en este altar también se coloca la imagen de la virgen de las Torrecitas junto con otras imágenes famosas (Niño de Atocha, Virgen de San Juan).

Cuando un devoto sufre un problema, acude al altar doméstico —réplica de las Torrecitas— y frente a este panteón, invoca el auxilio de la virgen. Otro ejemplo, los devotos de Rioverde y Villa Juárez suelen llevarse cada año todas las flores artificiales que se encuentran en el santuario de las Torrecitas, pues para ellos estas flores son útiles en el momento de una enfermedad, uno las toma y por este simple hecho, puede quedar curado de una enfermedad grave o espanto. Como muchas otras imágenes del panteón mexicano: san Miguel Arcángel, san Francisco de Catorce, la virgen de San Juan o el Niño Fidencio tienen también la capacidad de curar, (Alvarado 2008) no sólo cuerpos humanos, sino también al cuerpo social.

La virgen de las Torrecitas tiene poderes plúvicos y acuíferos. Es bien conocida la concepción de “las mangas”, de los “cerros de agua”, también conocidos en otras regiones como altépetl (Broda 1997, p. 60). Muchos peregrinos me han contado como suponen que el cerro de las Torrecitas es una “caja de agua”, razón por la cual hay un manantial a un costado del altar. Los devotos de muchas comunidades de Santa María del Río (como Villela, Tierra Quemada, el Cerrito, Lourdes, Ojo de Agua, Cañada de Yáñez y otras) suben el 12 de mayo a pedir el agua a la virgen, llevando a la Peregrina hasta la puerta del santuario, ese día los caminos “amanecen bien mojaditos.” En otro gran cerro que esta adjunto a las Torrecitas (el Cerro de la Vieja) se dice que guarda un tesoro, el cual es vigilado por una serpiente gigante. Para llegar al tesoro hay que cruzar por un puente, pues el cerro está relleno de agua.

Por último la virgen es psicopompa, esto es “conductora de almas”. La virgen está presente en el umbral de la vida y la muerte. Lleva a los recién difuntos al más allá. Si los peregrinos le ponen su veladora, le rezan su rosario, le hacen sacrificios, la virgen los reconocerá en el más allá y los conducirá a su destino; por el contrario los abandonará en el terrible mundo liminal, penando y peregrinando por eternidades espantosas. En muchos sentidos, la peregrinación “a pie” es una crestomatía de los episodios que ocurren en el mundo de los muertos (Alvarado 2008). El santuario es el lugar del retorno, el mundo de los muertos y el paraíso perdido; la virgen es la guía, por eso se asocia con la estrella de la mañana o de la noche (Venus) que guía a los peregrinos —según su procedencia— al oriente o al occidente o con la aurora. Es una gran protectora, por eso la constante referencia a su manto (de estrellas) que cubre (protege) a los peregrinos.

Vemos de este modo, como dijo el padre Mariano, que la virgen de las Torrecitas es una réplica de la virgen de Guadalupe. Sin embargo, esta réplica es tan auténtica y tan original como la misma virgen del Tepeyac, pues los seres divinos tienen la capacidad de multiplicarse. Es una imagen peculiar, producto de la separación de algunos atributos especiales (como la capacidad de hacer llover, como la capacidad de conducir muertos); y tiene el poder de reintegrar todos estos elementos en una concepción icónica, la Guadalupe que, rebasando los criterios de exclusividad de cualquier grupo religioso, no ha dejado de ser un fascinante misterio simbólico en casi cinco siglos de existencia.

[Este texto se publicó en el número 3 de La Corriente (diciembre de 2008].

Bibliografía sugerida:

Alvarado Solís, Neyra Patricia. 2008. El laberinto de la fe. Peregrinaciones en el desierto mexicano. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis.

Cabrera Ipiña, Octaviano. 1969. San Luis Potosí.

Broda, Johanna. El culto mexica de los cerros de la cuenca de México: Apuntes para la discusión sobre Graniceros, en: Albores Beatriz y Broda, Johanna. 1997. Graniceros: Cosmovisión y meteorología indígenas de Mesoamérica. México: El Colegio Mexiquense, A.C y Universidad Nacional Autónoma de México. (pp. 49-90)

Bloch, Marc, 1988. Los reyes taumaturgos. Estudio sobre el carácter sobrenatural atribuido al poder real, particularmente en Francia e Inglaterra. México: FCE.

López Austin, Alfredo. 1994. Tamoanchan y tlalocan. México: FCE

García Lam, León. 2006. Culto y peregrinación a la Virgen de las Torrecitas. San Luis Potosí: FES. Tesis para obtener el grado de licenciatura. Mms.

Pablo VI. 1994, Evangelii Nuntiandi. Editorial San Pablo.

AHESLP, 1709 Alcaldía Mayor, Protocolo de instrumentos públicos.

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