El principio fundamental de la educación, dice el filósofo escoses Hamilton, consiste en promover la actividad espontánea del alumno, de modo que nada se haga para él que él no pueda hacer por sí mismo. El niño debe ser estimulado de todas maneras a aprender de por sí, a investigar y descubrir la verdad por sí mismo. La instrucción que uno adquiere por sí mismo vale más que todas las ciencias que nos vengan de otros. Conviene decir lo menos posible al alumno, e impulsarlo a descubrir lo más que sea posible.

(El Escolar, número 3, enero 8 de 1888)

Inocencio Noyola

inocencio.noyola.slp@gmail.com

1.- Introducción

Escribir sobre historia de la educación en San Luis Potosí es un campo aún por explorar. Si bien hay algunos trabajos sobre el tema, aún quedan varios periodos, problemas y asuntos que deben investigarse para tener un mejor conocimiento sobre los procesos educativos en la entidad. Entre estos trabajos se encuentran varios publicados por la Normal del Estado y El Colegio de San Luis (véase bibliografía al final). Para el estudio de la educación en San Luis Potosí, además de los documentos existentes en los archivos, hay diversos textos publicados en la segunda mitad del siglo XIX, pero sobresalen dos: el primero escrito en 1890 por Rafael del Castillo (Castillo, 1890); y el otro corresponde a la autoría de Manuel Muro de 1899 (Muro). De la obra de Rafael del Castillo hay dos versiones; una de ellas se publicó en varias partes en el Periódico Oficial del Estado entre septiembre y diciembre de 1890; la otra corresponde a la publicada en folleto. Estas obras no sólo presentan información sobre la historia de la educación escrita por ambos autores, sino que también se convierten en fuentes para conocer los procesos educativos llevados a cabo en la entidad durante el siglo XIX. Las dos son obras de consulta obligatoria para todo aquel que quiera investigar sobre la historia de la educación en San Luis Potosí durante el siglo XIX. Su lectura permite vislumbrar las diversas temáticas y procesos educativos que pueden analizarse.

                  En este texto, lo que me interesa es analizar la importancia de los periódicos educativos que se publicaron a partir de 1867 y hasta finales de ese siglo XIX. En primer lugar, conocer los textos que se publicaron en ellos; segundo, la formación de grupos correspondientes a estas publicaciones y por último, las condiciones culturales que hubo en la época que favorecieron su publicación. Para ello se analizan dos publicaciones de las que se tienen ejemplares: la primera es La Instrucción Primaria (1877-1881) y, la segunda, El Escolar (1887-1888). Otros periódicos educativos que tuvieron varios números, fue El Mentor de los Niños, publicado en Matehuala por Jesús M. Barba; y El Expositor Escolar, de quien se publicó que había llegado al número 13 y dejaba de publicarse “por no bastar el producto de las suscripciones para cubrir los gastos que origina” (La Instrucción Primarianúmero 4, 1 de agosto de 1880). Ambos se publicaron en 1880.

1.- Breve historia de la educación en San Luis Potosí

A continuación marco una propuesta de la periodización de la historia de la educación en la entidad potosina, para posteriormente señalar en cual se inscribe este ensayo. Para el periodo colonial, el estudio arrancaría desde la llegada de las diversas órdenes religiosas hasta mediados del siglo XVIII, cerrando con la expulsión de los jesuitas y lo que esta expulsión significó para la enseñanza en San Luis Potosí. Una segunda etapa comprendería el tiempo desde la expulsión de los jesuitas en 1767 hasta la creación del Colegio Guadalupano Josefino en 1826, caracterizado por la falta de un programa educativo de parte de las autoridades virreinales y de las primeras autoridades de los gobiernos independientes. En estos años sobresale la falta de recursos del ayuntamiento de la capital para llevar a cabo la educación entre sus habitantes. Durante esta etapa es importante analizar las políticas educativas realizadas en los pueblos indígenas, los cuales tuvieron que cumplir con programas educativos y de alfabetización como lo marcaron los gobiernos virreinales (Tanck de Estrada, 1999: 252).

                  A partir de este año de 1826, se puede estudiar la educación impartida a nivel primaria y lo que podemos nombrar como educación superior. En este ensayo me referiré a la primera, la instrucción primaria, debido a la temática de las publicaciones educativas. En cuanto a la educación primaria, es necesario retroceder algunos años, al 22 de abril de 1823, que es cuando se publica el primer reglamento por parte del ayuntamiento de San Luis Potosí: “Plan que para el establecimiento de dos escuelas públicas en esta capital forman los capitulares comisionados por el Muy Ilustre Ayuntamiento Don Pantaleón Ipiña y Síndico Procurador Segundo nombrado don Agustín López” (Muro, 1899: 27-29).

                  Un periodo más, que bien corresponde a la educación lancasteriana aunque no es lo único, comprendería los años de 1823 a 1857. Además de la escuela lancasteriana, es importante estudiar el papel realizado por algunos profesores destacados, como Pedro Vallejo y Bibiano G. Casamadrid, quienes dejaron huella en la educación potosina. Durante esta etapa es importante el primer reglamento educativo del 24 de mayo de 1842 de Ponciano Arriaga (Muro, 1899: 63-67).

                  Otro periodo sería de 1857 a 1884. En julio de 1857 Santos Degollado suprime la Junta Lancasteriana y crea la Junta Inspectora, que después sería de Instrucción Primaria, con el objetivo de crear un reglamento sobre educación. A partir de estos años, la Junta Inspectora llevó a cabo, con algunos altibajos debido a las guerras entre liberales y conservadores, una actividad importante en la creación de escuelas, revisión y propuesta de programas educativos, impresión de libros de texto y traducción de otros para las escuelas, apoyo a la creación de academias y colegios de profesores y profesoras y la búsqueda de financiamiento a la educación con los gobiernos en turno; tuvo su propia imprenta y realizó otra serie de actividades en ayuda a los programas educativos. Esto por supuesto está relacionado con las diversas leyes y reglamentos educativos que se promulgaron durante esta etapa (véase bibliografía al final). En este periodo se pueden estudiar otros temas relacionados con la educación, pues la información existente en archivos, periódicos oficiales, memorias y libros de la época lo favorecen. Simplemente hay que señalar que la Junta Inspectora publicó sus memorias en 1861, 1862, 1864, 1868-1869, 1871-1875, 1877-1882, lo cual es importante pues permite conocer las actividades de esta institución. Además, durante estos años algunos de los inspectores publicaron sus informes correspondientes a las visitas de escuelas que llevaron a cabo, como Ambrosio Espinosa, Paulo Colunga, Rafael del Castillo y Juan Ramos. Este periodo cierra con la publicación del decreto número 46 del 30 de mayo de 1884. Durante estos años los profesores se habían organizado para conformar academias, juntas de profesores y profesoras y sociedades, las cuales llevaron el nombre de destacados docentes, como Pedro Vallejo o Josefa Negrete, ya en 1890.

                  A partir de este decreto que corresponde a la “Ley Reglamentaria del artículo 104 de la Constitución del Estado sobre Instrucción Primaria”, la educación en San Luis Potosí tuvo otro cariz, pues es realmente cuando la autoridad estatal tomó un control más efectivo sobre la educación. Esta ley reglamentaria permitió al gobierno del estado reordenar la educación para los siguientes años, hasta la revolución mexicana. Esta etapa cerraría en 1914, cuando se publicó la “Ley sobre educación primaria y normal en el estado de San Luis Potosí”, del general brigadier del ejército constitucionalista, gobernador provisional y comandante militar Herminio Álvarez. Después de esta ley hay que esperar hasta la Constitución de 1917 y los cambios que trajo a la educación. La ley de 1884 también contó con un reglamento publicado en 1885 y su importancia fue tal que incluso se realizó otra impresión en folleto de la misma ley en 1905 para su divulgación. En 1912 también se publicó otra ley de educación primaria por el gobernador Rafael Cepeda. Entre los diversos puntos que trataron estas leyes educativas de este periodo, sobresalen las condiciones de trabajo de los docentes, pues en su articulado se trató sobre pensiones y lo que podría llamarse hoy jubilaciones, además de las penas que se podrían dar por abuso hacia los alumnos o por faltar al trabajo.

                  Además de estas etapas o periodos señalados para el colonial y el siglo XIX, se podrían llevar a cabo estudios de alguna instituciones educativas como el Colegio Guadalupano Josefino, el Instituto Científico y Literario, el Seminario Conciliar y la Normal del Estado; o bien, los métodos educativos implementados durante el siglo XIX; la formación de docentes y el papel que algunos de ellos tuvieron en la instrucción pública; el uso de libros de texto para la enseñanza; las políticas y planes educativos llevados a cabo por el gobierno del estado; la organización gremial de docentes; la currícula de la enseñanza en diferentes niveles; y el papel que tuvieron las mujeres en la educación, entre otros.

                  Algunos estudios publicados sobre la educación en San Luis Potosí comprenden los que se han escrito de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y varias de sus escuelas (véase bibliografía al final); otras investigaciones corresponden a las editadas por la Normal del Estado o bien, por El Colegio de San Luis. A pesar de estos trabajos, aún hay temas en busca de investigadores.

                  Entre estos temas por investigar, me interesa el referente a las publicaciones periódicas que hubo durante el porfiriato sobre instrucción, como lo fueron La Instrucción Primaria y El Escolar.

2.- Las publicaciones educativas

Durante el siglo XIX, sobre todo a partir de la República Restaurada, se publicaron diversas revistas y periódicos educativos en los estados del país (Torres Aguilar, 2013: 245-274). En su mayor parte, estas publicaciones fueron creadas y subvencionadas por organizaciones de profesores o por las propias autoridades estatales a través de sus dependencias encargadas de la instrucción. Estas revistas y periódicos tenían como objetivo dar a conocer ante los profesores/as los adelantos en materia educativa, los textos que se empleaban en la educación de los alumnos, los diversos métodos y medios para lograr una mejor instrucción, los programas de exámenes que se presentaban al término de los ciclos escolares y los informes de las reuniones que como gremio y por ley tenían que realizar, entre otras noticias.

                  Algunas de estas publicaciones, como La Enseñanza y La Enseñanza Objetiva, editadas en la ciudad de México, se volvieron una referencia para el estudio de los métodos, textos y programas educativos empleados durante esta segunda mitad del siglo XIX.

                  En los estados también hubo este interés por parte de los profesores y no profesores, de presentar estas publicaciones hacia la sociedad en general, pero también hacia ciertos grupos sociales bien focalizados, como lo eran los profesores/as, a la gente que pudiera estar interesada en la instrucción y hacia las autoridades en turno, para que, si fuera posible, lograr el apoyo económico para su impresión.

                  A partir de la restauración de la república en 1867, en el estado potosino se buscó la publicación de periódicos de carácter educativo dirigidos al público compuesto por los docentes que había en ese tiempo en la entidad. Entre las diversas propuestas que hubo, sólo de algunas de estas publicaciones se conservan colecciones más o menos completos. Entre estas se encuentran La Instrucción Primaria (1877-1881) y El Escolar (1887-1888). Además de estas publicaciones, hubo otras de las cuales se conocen sólo por las referencias en otros periódicos de la época, como El Estandarte y el Periódico Oficial del Estado(Meade, 1956; Montejano, 1982). Estas publicaciones fueron impresas en la ciudad de San Luis Potosí; en la ciudad de Matehuala también se publicaron algunas (Montejano 1982). Entre estas se encuentran El Expositor Escolar y El Mentor de los Niños.

2.1.- La Instrucción Primaria, 1877-1881

El 4 de julio de 1858, el gobernador Vicente Chico Sein publicó el “Reglamento para uniformar la instrucción primaria en el Estado de San Luis Potosí”. En el primer artículo señalaba que en la capital del estado habría una junta que se denominaría “Junta Inspectora de Instrucción Primaria”. Pero esta Junta ya había tenido su origen un año antes, cuando el gobernador Eulalio Degollado, el 25 de julio de 1857, decidió suprimir la Junta Lancasteriana para crear la Junta Inspectora. Las razones de la supresión de la Junta Lancasteriana fueron dos: la administrativa, era por las quejas repetidas que había sobre su desempeño; la política, era que los integrantes de la Junta Lancasteriana eran opuestos al gobernador en turno (Castillo, 1890). El 17 de febrero de 1858, bajo decreto de José María Alfaro, se restableció nuevamente la Junta Lancasteriana y cesó en sus funciones la Junta Inspectora (AHESLP, Colección de Leyes y Decretos, 1857-1858); pero el paso ya estaba dado en cambiar un sistema educativo vigente durante la primera mitad del siglo XIX.

                  La Junta creada por Degollado tuvo como una de sus tareas elaborar y proponer un reglamento, el cual se publicó el 4 de julio de 1858. En este Reglamento, la Junta recibió su nombre completo como se conoció: Junta Inspectora de Instrucción Primaria. A partir de este año de 1858, bien se puede decir que para la historia de la educación en San Luis Potosí, inició la etapa de la Junta Inspectora de Instrucción Primaria. En las cabeceras de partido habría Juntas Subalternas. La Junta era independiente y tenía como objetivo principal “promover la instrucción del pueblo, y mejorar por este medio su condición social” (art. 5º). Para ello, debería establecer escuelas en todos los lugares del estado que hubiera población para recibir educación y los recursos económicos lo permitieran. Debería establecer dos escuelas normales, una para hombres y otra para mujeres; y escuelas para adultos si hubiera los suficientes fondos. Éstos se obtendrían de diversas fuentes, como impuestos especiales, multas e incluso derechos sobre algunas fincas pertenecientes a la Junta. La financiación de la educación en San Luis Potosí por parte del gobierno fue un problema constante, pues durante esta segunda mitad del siglo XIX, los recursos para sostener la educación pública fueron cambiando de acuerdo a los gobiernos y a los periodos de guerra internos. Fue con la llegada del gobernador Pascual M. Hernández que se buscó un mejor financiamiento para la Junta. Se solicitó información a los Jefes de Partido para conocer cómo se costeaba la educación en sus territorios administrados por ellos. Las respuestas fueron desalentadoras, razón por la cual el gobernador llevó a cabo una consulta de un proyecto de ley reglamentaria de instrucción primaria, la cual se publicó como decreto número 33 el 14 de noviembre de 1872 (La Sombra de Zaragoza no. 611, 615, 16 y 30 de octubre de 1872). Al igual que los ingresos, se podrían estudiar los egresos de los recursos que recibía la Junta, lo cual nos daría información sobre cómo se distribuían los gastos, además de todo aquello que signifique manejo de recursos.

                  Entre este año de 1858 y los siguientes años, debido a las guerras internas (1858-1860) y a la guerra contra la ocupación francesa y el Segundo Imperio (1862-1867), el trabajo de la Junta y la enseñanza en el Estado tuvieron algunos contratiempos, como ejemplo fue su financiación y la ocupación de espacios donde había escuelas. Fue hasta después del triunfo liberal, que la educación en el estado y en la ciudad volvió a tener interés en las autoridades y también recursos. A pesar de estos contratiempos políticos, la Junta siguió trabajando. Una de las responsabilidades de la Junta era dar a conocer sus informes de trabajo o memorias, de las cuales se publicaron las de 1862, 1864, 1868, 1869, 1871, 1872, 1873, 1874, 1875, 1877, 1878, 1879, 1880, 1881 y 1882. En 1859 también hubo un proyecto de tener una publicación propia, lo cual se logró e incluso se publicaron cuatro números. Esta publicación se llamó Anales de Instrucción Primaria de San Luis Potosí.

                  En septiembre de 1866 en el salón de sesiones de la Junta Inspectora, varios profesores de la ciudad de San Luis se reunieron para crear la “Academia sabatina para profesores”, de acuerdo al reglamento vigente, manifestando en pocas palabras el objeto y miras de la asociación, las ventajas que la instrucción puede obtener de ella y los adelantos que reportaría al Cuerpo mismo de profesores, como resultado de la franca y libre comunicación de conocimientos y el estudio y análisis de las materias del profesorado” (La Ilustración Potosina, no. 1, 16 de septiembre de 1877).

Como presidente quedó el profesor Biviano G. Casamadrid; como vicepresidente Mucio Gama y como secretario Narciso Armenta. Años después, en 1875, se publicó el Reglamento de esta Academia. Esta Academia tuvo por objeto apoyar el trabajo de la Junta Inspectora, pues entre sus diversas actividades se encontraba revisar los textos escolares que se usarían en los programas educativos, revisar estos programas y hacer sugerencias y uniformar la instrucción en el estado, entre otras. Estuvo conformada por un presidente, un vicepresidente, un secretario, un tesorero y un bibliotecario. Contó con varias comisiones, como de hacienda, propaganda, visita, de corrección y estilo, revisión de obras de texto, de sistemas de enseñanza, de puntos académicos y de policía. Entre estas comisiones interesa la de “Propaganda”, la cual tenía dos actividades a realizar. La primera era la de invitar, en nombre de la Academia, a “algún profesor o alguna otra persona de mérito literario y de acreditada moralidad que llegue a esta Capital o resida en ella, para que se asocie a esta Corporación”; la segunda actividad era mantener relaciones con las demás organizaciones de profesores que hubiera en el país (Reglamento de la Academia, 1875; 10).

                  Durante el periodo de la República Restaurada su buscaron los medios para lograr una mejoría en el sistema y estructura de la enseñanza pública en el estado; pero las guerras internas y golpes políticos durante estos años dificultaron tal proyecto. Aun así, se dieron algunos pasos importantes. El 3 de junio de 1870 el gobernador Sóstenes Escandón declaró obligatoria la “instrucción primaria para todos los habitantes del Estado desde la edad de cinco años hasta la de doce respecto a las mujeres, y hasta la de catorce respecto a los hombres” (La Sombra de Zaragoza, núm. 335, 5 de junio de 1870). El 24 de abril de 1872, el gobernador y comandante militar del Estado, Diodoro Corella, emitió un reglamento sobre educación entregado por la Junta Inspectora de Instrucción Primaria. Este reglamento trataba, entre otros puntos, la titulación de los profesores y profesoras de acuerdo a su nivel: de primer orden (con catorce materias aprobadas), segundo orden (con once) y tercer orden (con siete) (Reglamento que la Junta Inspectora de Instrucción Primaria… 1872. 1-23). Es importante aclarar que desde 1848 se había creado la Normal del Estado, la cual cerró posteriormente; con el reglamento de 1858, se crearon escuelas normales nuevamente. Otra ley importante se publicó ese mismo año de 1872, la cual atendía uno de los problemas básicos de la instrucción: su financiamiento. Para ello, el gobernador Pascual M. Hernández estudió primero las formas en que recibía recursos la instrucción en todo el estado (Ley Reglamentaria de la Instrucción Pública en el Estado, 1872: 1-8).

                  Con la llegada de Carlos Díez Gutiérrez a la gubernatura del estado en 1877, vino un periodo de cierta tranquilidad a la sociedad potosina. Esta tranquilidad política trajo como beneficio el desarrollo de otras actividades de la sociedad, como la economía y la educación.

                  El Congreso emitió diversas leyes relacionadas con la educación; se apoyó la creación de escuelas y centros de enseñanza; se promovieron programas educativos; los profesores se organizaron y, entre otros puntos favorables a la educación, se publicaron libros, textos escolares, folletos y periódicos sobre el tema.

                  Para llevar a cabo la publicación de La Instrucción Primaria, la Academia nombró una comisión cuyo fin fue hacer un dictamen sobre la posibilidad de llevar a cabo dicha publicación. Los dictámenes, fechados el 12 de julio de 1877, fueron firmados por Juan Rentería y Juan Rivas, nombrados para tal fin (La Instrucción Primaria núm. 3, 20 de noviembre de 1877), quienes señalaron varios puntos. La publicación debería salir cada mes; se invitaría a personas reconocidas a participar; la impresión debería de hacerse en la imprenta de la Junta de Instrucción Primaria para ahorrar; se podrían imprimir quinientos ejemplares. Se calculaba que su costo sería de unos 22 pesos por cada edición. Para subrogar los gastos, se propuso solicitar la ayuda del gobernador para que apoyara con su publicación. El gobierno del estado respondió el 9 de agosto con dar 25 pesos y la Junta apoyaría con 10 pesos más. En sus Memorias de 1877, la Junta Inspectora publicó que existía una Academia de Profesores, la cual “ha permanecido, sin embargo, casi totalmente desconocida del público y llevando una existencia lánguida y precaria”, a la cual había apoyado con diez pesos para la publicación “del periódico” La Instrucción Primaria, “órgano de la Academia, del cual van publicados ya dos números” (Memoria de los trabajos de la Junta Inspectora, 1877:6).

                  Se nombró una comisión de redacción compuesta de tres individuos para que se dedicaran a recopilar lo que se publicaría y que además, propusiera el nombre de la publicación. Esta comisión sería reemplazada cada cuatro meses y se pensaba que se publicara el primer número el 1º de septiembre. Su costo de venta sería de un real en la capital y de real y medio fuera de la capital. No se tratarían asuntos políticos.

                  El 9 de septiembre de 1877, La Unión Democrática anunció que con “este nombre (La Instrucción Primaria) comenzará a publicarse en esta capital mensualmente un periódico, cuyo primer número se dará a luz el 16 del corriente, según está anunciado por los prospectos que se han hecho circular” (La Unión Democrática, núm. 64, 9 de septiembre de 1877). Se le deseaba que viviera “mucho tiempo”, pues era el tipo de publicaciones que necesitaba la sociedad.

                  Para las fechas indicadas, el 16 de septiembre de 1877, se dio a conocer la publicación educativa más importante que hubo en el estado en la segunda mitad del siglo XIX, La Instrucción Primaria. Esta publicación tuvo dos etapas. La primera comprende de los años de 1877 a 1879; se publicaron dieciséis números. El primero corresponde a la fecha señalada del 16 de septiembre de 1877; el último al 30 de septiembre de 1879. Tuvo dieciséis páginas, aunque en los últimos números tuvo que reducirlas por cuestiones económicas, pues se les dificultó a los organizadores conseguir los fondos necesarios para su impresión (La Instrucción Primaria, número 14). La dirección de la revista estuvo a cargo de Anastasio Leija, Juan Rentería y Cayetano Cardona; entre sus colaboradores estuvieron Francisco Macías Valadez, Santiago Chavira, Paulo P. Colunga, Manuel Zepeda, Ignacio Castro, Luis G. Toro y varios más, además de los mismos directores. La periodicidad de La Instrucción no fue mensual como se planeó, pues en diciembre de 1877 no la hubo, tampoco en febrero y abril de 1878; entre enero y abril, junio y agosto de 1879 tampoco se llevó a cabo su impresión y en septiembre fue su último número de esta primera etapa. Manuel Muro le atribuye esta falta de continuidad en la impresión a que la Academia de Profesores suspendía sus actividades “con frecuencia”, sin indicar el motivo (Muro, 1899: 193).

                  Entre septiembre de 1879 y abril de 1880, no se publicó ningún número de La Instrucción Primaria. En abril de este año de 1880 falleció el profesor Anastasio Leija, su director. En este mes de abril, en sesión del día 24, los profesores de la Academia decidieron suspender la publicación, lo cual fue avisado a la Junta Inspectora y ésta a su vez al secretario del gobierno. Las razones que dio la Academia de Profesores fue:

Que en virtud de las penosas circunstancias porque atraviesan los profesores, no les es posible continuar con la redacción del periódico “La Instrucción primaria”, órgano de esta Academia. Esta determinación, le obligó, a su pesar, privarse de las incalculables ventajas que dicha publicación le proporciona; pero tiene que ceder aunque con sentimiento, ante el poderoso obstáculo de las penurias que obligan a sus miembros, no permitiéndoles fijar toda su atención como era de desearse, en el desempeño de tan honroso cuanto delicado trabajo. (La Unión Democrática, núm. 308, 22 de mayo de 1880)

Entre estas penosas necesidades estaba el retraso de sus pagos. En febrero de ese año de 1880, el inspector escolar se quejó ante la Junta Inspectora que no se les había pagado a los profesores sus salarios de parte del gobierno desde el mes de diciembre de 1879. Esta queja fue atendida por el gobernador, quien dio las instrucciones para que este pago se llevara a cabo. (La Unión Democrática núm. 298, 6 de abril de 1880).

                  La Junta Inspectora solicitó al gobernador su autorización y apoyo pecuniario para seguir con la publicación, pero ahora a cargo de dicha Junta, pues consideraba de mucha utilidad e importancia dicho periódico “porque tiene al público tanto de los adelantos y mejoras que la instrucción experimenta en el Estado”.

                  El 19 de junio, en su número 314, La Unión Democrática publicó la nota informando que nuevamente se había iniciado la publicación de esta segunda etapa de La Instrucción Primaria. En dicha nota se mencionaba que se habían invitado a los integrantes de la Academia de Profesores a participar, “pero manifestaron no seguir cooperando a obra tan importante”. La secretaría de la Junta Inspectora se encargaría de su edición, cargo que cayó en Paulo Colunga Ornelas (1854-1910), de quien no se dudaba que hiciera un buen papel debido a “su ilustración tan conocida”.

                  Esta segunda etapa comprende los años de 1880 y 1881; se publicaron veintisiete números. Para esta etapa, como lo mencioné, la impresión estuvo a cargo de la secretaría de la Junta Inspectora de Instrucción Primaria, cuyo responsable era Paulo Colunga. Se publicaría de manera quincenal, los días 1 y 16 de cada mes, con doce páginas y su precio sería de medio real dentro y fuera de la ciudad. Otros cambios fue que la gente interesada podía suscribirse en la secretaría de la Junta Inspectora o en la biblioteca del Instituto Científico y Literario; también se admitían avisos para insertarlos en la publicación. En su portada se aclaraba que era un periódico científico y literario “destinado a la propaganda de la instrucción pública”. Si bien el principal anunciante fue la botica El Refugio, lo interesante es que también se publicitaron algunas de las obras que se tradujeron por el mismo Paulo Colunga, como “Conferencias de Pedagogía” por L. Mariotti. La Junta de Instrucción Primaria había adquirido una imprenta en 1874 (Memoria de los trabajos de la Junta Inspectora, 1877:4) gracias en parte a los donativos recaudados para tal fin; esta imprenta se inauguró el 28 de noviembre de ese año, (La Sombra de Zaragoza, núm. 815, 9 de diciembre de 1874) lo cual facilitó la impresión de los textos que se les daba a los educandos; o bien, se tradujeron obras que se publicaron para el uso de los profesores. Entre estas obras se encuentran Uso de las esferas o colección de problemas de geografíaCompendio de geometría elemental y Elementos de aritmética formados sobre los de la Junta de Profesores de México, por citar sólo algunos de los que imprimió. Entre unos de los colaboradores de esta segunda etapa, que ya había publicado un texto en la primera, se encuentra Ventura Dávalos Martínez (1858-1926), ensayista y poeta potosino.

                  El primer número de La Instrucción Primaria, en su primera etapa, fue publicado el 16 de septiembre, fecha relevante en la historia nacional. Esta fecha se eligió para honrar a los héroes insurgentes y de alguna manera comparar la independencia del país con el objetivo de la publicación: lograr la independencia de los estudiantes a través de la educación y acercarlos a la civilización y la cultura y con ello formar buenos ciudadanos:

Queremos que esta publicación ajena a toda mira política, exenta de toda tendencia extraña al fin que nos proponemos, se concrete exclusivamente a dar a luz todo lo que de alguna manera contribuya a la instrucción, moralidad y recreo de la juventud en general, y muy particularmente de aquella cuya educación se nos ha conferido”. (La Instrucción Primaria, núm. 1, 16 de septiembre de 1877)

Si realmente se llegaron a publicar 500 ejemplares como lo había propuesto la comisión, significaba que los editores aspiraban a llegar a un amplio público que la pudiera adquirir. Se desconoce cómo se habría llevado a cabo la difusión y venta de dicha publicación, pues en la capital no había suficientes profesores que adquirieran la revista. En el número tres de esta publicación, se dieron a conocer los datos del número de escuelas y estudiantes que había en la capital: dos normales, siete escuelas de adultos, trece escuelas de niños, once de niñas, una de párvulos; en total, 34 escuelas dependientes de la Junta. De particulares había siete escuelas de niños y nueve de niñas. A las escuelas de la Junta asistían un total de 2686 estudiantes; a las particulares, 514 asistentes. Además de estas escuelas hay que sumar las que se encontraban en las cabeceras municipales y de partido y en las haciendas.

                  El contenido de la revista estaba dividido en secciones: editorial, oficial, literaria, instructiva, de historia y de variedades. En cada una se presentaban textos diferentes, pero sobresalen algunas traducciones sobre métodos de enseñanza en Europa, los informes de actividades, reportes mensuales de la tesorería de la Junta de Instrucción Primaria, artículos de difusión de la ciencia, discursos y poemas de fechas históricas como el 16 de septiembre, poemas y notas breves.

                  Entre los meses de octubre de 1879 y hasta mayo de 1880 se suspendió la publicación de dicho periódico. El 16 de junio de 1880 se volvió a publicar el número 1 del tomo II. Algunas temáticas de esta segunda etapa fueron semejantes a la anterior publicación: editorial, literatura, ciencias, gacetilla o noticias generales, informes educativos, escritos breves sobre moral y poemas.

                  Tanto en la primera etapa como en la segunda, son interesantes los editoriales, pues es en ellos donde se presentan por algunos de los integrantes de la Junta o del periódico, las concepciones que tenían sobre la educación que se debería impartir por el gobierno; o también se reportan los avances educativos que se obtenían.

2.2.- El Escolar, 1887-1888

Desde el último número de La Instrucción Primaria en diciembre de 1881 y hasta octubre de 1887, no se cuenta con publicaciones sobre educación impresas en la ciudad o en algún otro lugar del estado que se hayan mantenido durante un tiempo largo. En 1880 se publicó El Expositor Escolar en la ciudad de San Luis; y en Matehuala, El Mentor de los Niños, por el profesor Jesús M. Barba, quien también fue autor de algunos libros escolares de moral y aritmética (Montejano, 1882: 50; Meade, 1956:52-60). En agosto de 1880 en La Instrucción Primaria se publicaron dos notas breves sobre estas publicaciones. En uno de ellas, se informaba que con “verdadero sentimiento hemos visto que este colega [El Expositor Escolar] se despide de sus lectores en su número 13, por no bastar el producto de las suscripciones para cubrir los gastos que origina”; en cuanto a El Mentor de los Niñosescribió que habían recibido los dos primeros números de este periódico (La Instrucción Primaria, núm. 4, 1 de agosto de 1880).

                  El decreto número 46 de 1884, en su artículo número 17, señalaba que en el asunto técnico o científico habría Inspectores, Junta de Profesores y Academia General de preceptores, además de preceptores y ayudantes. Este decreto daba por terminada la Junta Inspectora de Instrucción Primaria y creaba la Junta de Profesores. Esta Junta de Profesores estaría formada por “todos los profesores empleados en la instrucción primaria en la capital, ya sea en establecimientos públicos o privados” (artículo 21). El artículo 22 señalaba las obligaciones y atribuciones de la Junta: tener sesiones ordinarias por lo menos una vez a la semana para discutir los problemas y necesidades de la enseñanza; hacer estudios comparativos entre los textos y métodos que se adoptaran para la educación; rendir informes sobre los establecimientos educativos y sobre sus condiciones higiénicas; proponer modelos de muebles y útiles que se emplearan en las escuelas; revisar y proponer los programas de estudio; contribuir al perfeccionamiento de la estadística escolar; nombrar los jurados para los exámenes en las escuelas públicas y privadas; y formar su reglamento interior (Ley reglamentaria del artículo 104 de la Constitución, 1884: 1-19). En el decreto 71 de febrero de 1885, reglamento de esta ley, en el artículo 18, se indicaba cómo debería estar formada la Junta de Profesores: “un presidente, un vice-presidente y dos secretarios” (Reglamento de la ley número 46 de la Actual Honorable Legislatura, 1885: 1-14). Los inspectores tenían entre sus atribuciones presidir la Junta de Profesores y presentar informes sobre las condiciones educativas existentes en el estado. En diciembre de 1885 se entregó el primer informe del inspector escolar profesor Juan Ramos, en el cual a la Junta no le fue muy bien: 

Ya que hablé de la Junta de Profesores diré algo acerca de ella. Pocos han sido sus trabajos durante el año, revisión de cuatro o cinco textos que se le han sometido, discusión de 30 artículos del Reglamento interior de la propia Junta, iniciativa del establecimiento de una caja de ahorros, aplazada indefinitivamente, y formación de las plantas de exámenes. A esto están reducidos los trabajos en un año, de un cuerpo tan importante, y que cuenta con tantas franquicias que el gobierno le da.

Reviso con empeño las noticias semanarias que rinde el Secretario de la Junta a esta Inspección, y por más que busco, no encuentro en ellas la idea progresista que debe guiar a ese respetable cuerpo, no veo esas discusiones que son la luz de la ciencia, no distingo esa homogeneidad que constituye la fuerza y que la haría grande.

Confío en que el año próximo las sesiones tendrán interés, y que saliendo los Sres. Profesores de la apatía en que han vivido hace años, elevarán tal cuerpo a una categoría digna del Estado, y de las consideraciones que el gobierno les guarda. (Informe del profesor Juan Ramos, inspector general de instrucción primaria, Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, núm.755, 10 de febrero de 1886).

Sobre esta crítica a la Junta de Profesores en la cual se habla de las “franquicias” que le proporcionaba el gobierno, se refería a los apoyos que recibía. En ese año de 1886, los “principales” profesores de la ciudad se organizaron para crear una sociedad, denominada “Vallejo”, la cual “tendría por objeto procurar por cuantos medios sea posible el adelanto de la instrucción pública” (Periódico Oficial del Gobierno del Estado, núm. 787, 10 de julio de 1886). En El Estandarte se informó que “los principales profesores de instrucción primaria de esta Capital se han erigido en Junta Provisional para fundar una Sociedad Pedagógica Independiente” (El Estandarte, núm. 151, 11 de julio de 1886). Sin embargo, una agrupación con este nombre ya había existido en 1880, pues en La Instrucción Primaria (núm. 7, 16 de septiembre de 1880), se pidió a los directores de las escuelas que abrieran una suscripción entre sus alumnos para ayudar a la Sociedad Vallejo en la construcción de un monumento al profesor Pedro Vallejo. Incluso en febrero de 1881 se anunció la instalación de una sucursal de esta sociedad Vallejo en Matehuala. La creación de esta Sociedad Vallejo de 1880-1881, se debió al interés en levantar este monumento al profesor, quien para este año de 1880 cumplía treinta años de haber fallecido. La diferencia entre ambas sociedades es clara; la primera fue con el fin de reunir recursos para la creación de un monumento; la segunda era con fines pedagógicos. En el fondo, la importancia del profesor Pedro Vallejo estaba presente.

                  El adjetivo que usó El Estandarte para referirse a la Sociedad Pedagógica como “independiente”, resulta interesante, pues nos habla de una separación de los profesores de la organización creada desde el gobierno e integrar una más como gremio. No hay suficiente información de esta Sociedad Pedagógica Independiente Vallejo, para conocer con más detalle su integración y sus actividades, pero el agruparse como gremio distinto o separado del de la Junta es importante, pues nos habla de intereses de grupo profesional. No hay que olvidar que la Junta de Profesores y la Academia de Preceptores creadas por la ley, no dejaban de ser unas organizaciones administrativas del gobierno.

                  Es posible que debido a estas críticas a sus obligaciones y atribuciones no muy cumplidas, la Junta de Profesores se haya dado a la tarea de buscar los recursos para contar con una publicación por medio de la cual difundiera textos escolares además de las sesiones que realizaba. Esto dio como resultado que se publicara otro periódico educativo importante de fines del siglo XIX, El Escolar. Órgano de la Junta de Profesores de Instrucción Primaria. Su primer número se presentó el 1 de octubre de 1887. Se publicaron un total de nueve números; el último fue de septiembre 1 de 1888. En la Editorial de su primer número, los responsables de la redacción (Félix Guerra, Bartolo Guardiola y Miguel Barba) escribieron:

En medio de ese armonioso concierto que forman el rechinar del hierro y el estruendo del vapor con el ruido causado por el chocar del agua contra los dientes de la rueda del motor hidráulico, se escucha el acento de la niñez que se instruye en nuestras escuelas y que en ellas se prepara para remplazar a los ciudadanos de hoy y formar los ciudadanos de mañana, que a la robustez y la instrucción, reúnan todas las virtudes que deben adornar el corazón de un hombre” (El Escolar, núm. 1, 1 de octubre de 1887).

En apoyo a todas las políticas implementadas por el gobernador del estado, “que no perdona esfuerzo ni sacrificio alguno”, la Junta de Profesores, “deseando unir sus esfuerzos a los de todos para dar a la instrucción pública todo el impulso que merece”, se dio a la tarea de llevar a cabo esta publicación que hoy comentamos, El Escolar.

                  El Escolar tuvo varias secciones en la mayoría de sus números. La primera sección era la denominada “Editorial”. En esta sección se dieron a conocer algunas aportaciones de los integrantes de la Junta, de los responsables de la publicación o se transcribieron algunos textos tomados de otras fuentes. En el número 2, por ejemplo, Miguel David Barba, integrante de la Junta, publicó “El maestro de escuela”. Debido a la incapacidad de los padres para educar a sus hijos:

los unos por la escandalosa depravación de sus costumbres; los otros por su ignorancia, germen fecundo de funestos extravíos de la razón humana, y el mayor número, porque, víctimas de la rapacidad y de la sórdida ambición de los ricos y poderosos, viven subyugados a los horrores de un trabajo duro y continuo, para subvenir a sus más urgentes necesidades. (El Escolar, núm. 2, 4 de noviembre de 1887).

Subrayaba la necesaria existencia del maestro en la sociedad. Para que el maestro, profesor, ayo, instructor, mentor o preceptor, llevara a cabo tan noble tarea, eran necesarias la CIENCIA y la VIRTUD. Es decir, para “comunicar con provecho la instrucción, es preciso que esta sea tan sólida como extensa; es preciso que el Maestro sepa, pero que sepa bien; es decir, que sus estudios sean bien meditados, sus conocimientos bien dirigidos y coordinados, sus principios claros y precisos”.

                  Otra sección de El Escolar comprendía las sesiones de la Junta, por medio de la cual se conocen las diversas actividades que ésta llevaba a cabo en materia educativa. En algunos de los números se presentaba el listado de la directiva de la Junta de Profesores de Instrucción Primaria, los nombres de los inspectores generales y la integración de las comisiones de la Junta.

                  Si bien es cierto que La Instrucción Primaria y El Escolar eran periódicos educativos, hay ligeros cambios en lo que se presentaba. En La Instrucción se publicaron más textos sobre divulgación de la ciencia, algunos traducidos; en cambio, en El Escolar se encontraban más notas breves sobre la situación educativa en el estado. Había comentarios a las leyes, propuestas sobre el horario escolar, sobre los libros que se utilizarían en las escuelas, otros más sobre la mujer en la educación y poemas escritos por algunos de los integrantes. El Escolar podría considerarse un periódico más pedagógico que La Instrucción Primaria. Un texto que se publicó en varios números fue “Lo que debe ser una escuela normal de maestras”, de Carmen Rojo, tomado de una publicación española. Algunos de los integrantes y participantes de la publicación fueron los profesores Herculano Cortés y Bartolo Guardiola, quienes fueron autores de varios libros de aritmética y geografía que se usaron en las escuelas del estado.

                  De septiembre de 1888 es el último número registrado, el nueve, que se publicó de El Escolar. En este número concluyó el texto de Carmen Rojo sobre “Lo que debe ser una escuela normal de maestras”; se dieron a conocer dos sesiones de la Junta correspondientes a las de 14 de julio y 4 de agosto; se quedó inconcluso un texto titulado “La instrucción pública en el Estado”, el cual no trae autor, pues regularmente anotaban su nombre al terminar su texto; y otro más sin autor con el nombre de “No hay niños”. Después de este año, algunas de las notas sobre instrucción se publicaron en el periódico oficial, pero ya no tenían el mismo objetivo que cuando se dieron a conocer en la prensa pedagógica.

                  Después de este año de 1888, hubo otras publicaciones dedicadas a la enseñanza de la niñez. En 1891, El Estandartepublicó que tenía “a la vista el número 2 de El Abuelo, periódico semanario dedicado a la niñez. Se imprime en la casa de Vélez e Hijos y con bastante acierto lo dirige la Sra. Guadalupe O. Izquierdo de Villena” (Montejano 1982: 39); entre 1907 y 1910 La Ofrenda Escolar; y en 1910, en Matehuala, El Niño. Durante los años revolucionarios, se publicaron otros más, como: El Porvenir EscolarPluma y Lápiz y El Estudiante.

                  Para llevar a cabo estas publicaciones, se requirieron algunas condiciones sociales necesarias. Ahora veamos algunas de ellas.

3.- El contexto

Después de llevar a cabo este análisis de contenidos y condiciones en que se publicaron nuestros periódicos educativos, me interesa presentar algunos puntos que me parecen de sumo interés.

3.1. Autores y textos

¿Quiénes escriben? Primero hablemos de La Instrucción Primaria, durante los años que estuvo a cargo de la Academia de Profesores, entre 1877 y 1879. La dirección estuvo bajo la responsabilidad en su mayor parte por Anastasio Leija (números 1 al 13) y por último a cargo de Cayetano Cardona (números 14-16). Después de la dirección estaba la comisión de redacción, donde encontramos profesores de algunas de las escuelas localizadas en la capital: Cayetano Cardona, Ignacio Castro, Francisco Alcántara, Juan Rivas, Pío Mendoza, Jesús Acosta, Emiliano Reyes, Pedro Mendoza, Agustín Lizcano y Esteban Rocha. No todos llegaron a ser profesores titulados, pues hay que recordar que si bien hubo una normal del estado a partir de 1848 (creada nuevamente en 1858 de acuerdo al decreto de este año), no siempre los que ocuparon el cargo de profesores durante estos años se titularon como tales. En este caso es interesante el trabajo de Rafael del Castillo, pues nos da los nombres de los docentes que se titularon a partir de 1863. En esta lista encontramos que Emiliano Reyes y Pedro Mendoza se titularon como profesores en 1864, Anastasio Leija en 1865; Cayetano Cardona en 1867, Pío Mendoza en 1871, Francisco Alcántara en 1872 y Esteban Rocha en 1878; lo cual indica que es a partir de la República Restaurada cuando una buena parte de los profesores obtuvieron su grado y que es un gremio de reciente creación con títulos en sus campos de saber. El estudio de Rafael del Castillo también proporciona el nombre de los profesores que daban clases en las escuelas que había en el estado y no todos los que aparecen en la lista estaban titulados. Además de lo anterior, los profesores que estuvieron a cargo de la publicación no ejercieron esas funciones en todos los números, pues hubo rotación.

                  Después se encontraban los colaboradores, algunos de ellos con el título de licenciados, como Santiago Chavira y Francisco Macías Valadez. Otros lo fueron Paulo P. Colunga, Manuel Zepeda y Luis G. Toro. En todos los números publicados estas personas se encontraron como colaboradores; en los últimos dos números se añadió Ventura Dávalos.

                  En los números de la revista de quien encontramos colaboraciones son de los profesores Anastasio Leija, quien escribió “Nociones de pedagogía extraídas según las doctrinas de los mejores autores”, texto que no se concluyó por haberse suspendido la publicación. Otro profesor que escribió varios textos y algunas de las editoriales fue Ignacio Castro: “La educación primaria. Nuevo sistema de enseñanza”, “Protección a la instrucción primaria”, “Progresos de la instrucción primaria. Educación moral”, “Nuestro aniversario” y “La tribuna en las escuelas”, además de un discurso presentado en una distribución de premios. Paulo Colunga y Manuel Zepeda publicaron poemas; y Ventura Dávalos, algunos poemas y un texto titulado “Cuatro palabras sobre la instrucción”.

                  De quien no se tiene texto alguno es del licenciado Francisco Macías Valadez (1833-1890), personaje que durante estos años ocupó diversos cargos públicos: jefe político, secretario de gobierno, diputado y magistrado del Supremo Tribunal de Justicia. Participó en varios periódicos de la época, como La Unión Democrática en 1873; escribió en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y publicó Apuntes geográficos y estadísticos sobre el Estado de San Luis Potosí. (Montejano 1982: 199) Paulo Colunga (1854-1910) se tituló de ingeniero y de profesor de instrucción primaria. Participó en varios periódicos y revistas de las cuales llegó a ser fundador junto con otros; escribió poemas, cuentos y obras de teatro. Ventura Dávalos Martínez (1858-1926), estudio humanidades en el Seminario y leyes en el Instituto Científico; participó en varios periódicos de la época; escribió poesía en varias de estas publicaciones; además, venía de una familia ligada a la política y a la cultura de San Luis Potosí, pues su padre fue un militar y su hermano Jacobo, mayor que él, fue poeta, periodista y estudió leyes. Cuando escribió, era un hombre joven que rondaba los veinte años. Manuel Zepeda ocupó algunos cargos en el gobierno y dio a conocer algunos textos en publicaciones de la época.

                  Como se observa, no todos los profesores e integrantes de la Academia de Profesores y miembros de La Instrucción Pública participaron como escritores de los textos publicados. Es posible que la carga laboral como profesores se los impidiera, pero también es seguro que no todos tenían la habilidad para la escritura o no tuvieran mucha disposición para colaborar.

                  En comparación, en el periodo que cubre 1880-1881 hay un cambio significativo en el periódico. Para comenzar, en la portada ya no aparecen los nombres del director, colaboradores y redactores. Además, en este periodo quien se hizo cargo de la redacción y de la responsabilidad de la impresión de La Instrucción fue la misma Junta Inspectora de Instrucción Primaria a través de su secretario. Para 1881, la Junta la dejaron Bruno E. García, Silvestre López Portillo y otros. Los integrantes para este año y las comisiones que tuvieron fueron: Andrés Salinas, hacienda; Manuel Zepeda, créditos; Francisco de P. Segura, imprenta; Antonio Espinosa y Cervantes, academias; José María Aguirre y Fierro inspección; y Narciso Armenta, profesores. No hay que olvidar que no necesariamente la Junta estaba integrada por profesores, pues hubo también otros profesionistas, como abogados, que formaron parte de ella. Cuando se creó el reglamento donde viene la creación de las Juntas, uno de los requisitos era que supieran leer y escribir, además de ser vecinos del lugar y tener honradez y empeño en difundir la instrucción.

                  Los textos que se publicaron como las “Editoriales”, estuvieron firmados por “La Redacción”; otros más, la mayoría, por Paulo Colunga. En este caso sobresale el informe de Paulo Colunga que hizo como inspector de las escuelas establecidas en la Huasteca, lo cual nos da una idea de las condiciones educativas en la región (números 23, 24 y 26). En el número 5 en una pequeña nota sobre La Emulación (periódico publicado en Puebla por la Academia de Profesores de ese estado), aprovechó la oportunidad para criticar a la Academia de Profesores del estado potosino por no ser tan activa como la de Puebla. En algunos números también felicitó a las alumnas del Colegio Independencia de Mazatlán por sus actividades en beneficio de la educación, lo cual esperaba que sirviera de ejemplo a las mujeres potosinas que estaban en la normal del estado. Esta actitud crítica de Paulo Colunga hacia el gremio magisterial potosino permite observar que no en todos los integrantes de esta profesión, fueran hombres o mujeres, había una disposición hacia una mayor actividad cultural y escritura de textos. Otro de los integrantes que publicaron algunos textos fue Ventura Dávalos, como “La juventud literaria”. No quedan claros los motivos de esta crítica de los integrantes de la Junta de Instrucción Primaria hacia el gremio de los profesores/as.

                  Además de las editoriales de los números, las cuales ayudan a conocer las ideas educativas que tenían los integrantes de la Junta de Instrucción Primaria, hay otras dos secciones que resultan de interés. Uno es la de “Ciencias”, donde se publicaron artículos traducidos sobre botánica, meteorología, composición del agua y de aire y sobre la preparación de objetos microscópicos. Hay otros textos dedicados a la ciencia, uno escrito por José María Gómez del Campo (1822-1910), ingeniero de minas quien escribió varios ensayos sobre minería y fue director de la Casa de Moneda; otro texto es una biografía del científico potosino Francisco Estrada (1838-1905). La otra sección es la referente a “Noticias”, la cual comprende notas breves sobre temas educativos locales y de otros estados. Como se observa, en esta nueva impresión de La Instrucción Primaria, la ciencia tenía un papel importante. Uno de los argumentos para continuar la publicación de este periódico era tenerlo como medio para la difusión de las observaciones meteorológicas que harían las estudiantes.

                  Había escrito que a partir de los cambios en la ley y su reglamento sobre instrucción primaria de 1884 y 1885, la Junta de Instrucción Primaria dejó de existir y se creó la Junta de Profesores, la cual tuvo algunas críticas de parte de inspector escolar por su conformación y actividad. Con la publicación de El Escolar vemos algunos cambios en la integración de sus redactores y en los temas que se publicaron. Algunos de sus integrantes fueron Herculano Cortés, Félix Guerra, Bartolo Guardiola, Miguel Barba, Agustín Lizcano, Emilio Reyes y Teodoro Cedeño.

                  El más prolífico de ellos fue el profesor Herculano Cortés (1859-1930), quien escribió algunas editoriales y presentó propuestas sobre horarios escolares en las sesiones de la Junta. El profesor Herculano Cortés obtuvo su título en 1879 como profesor de la Normal, de la cual también fue director durante 18 años; publicó varios libros para las escuelas, como el de Aritmética (Montejano 1982: 99). En El Escolar se encuentra un texto sobre la educación que debería recibir la mujer para que desarrollara mejor las “funciones a ella encomendadas”.

                  Como hemos visto, la mayoría de los escritores de estas publicaciones fueron los mismos profesores que formaron parte de la Academia y de la Junta; a ello se sumaron algunos otros profesionistas interesados en la instrucción pública, como los abogados. Esta participación no deja de ser selectiva, pues fueron hombres que obtuvieron sus títulos de profesores en la Normal del Estado a partir de la restauración de la República. A pesar de que hay comentarios en la prensa de la época de la existencia de buenas profesoras, como Soledad Barragán y Josefa Negrete, no se encontraron textos escritos por mujeres en estas publicaciones. En el caso de Soledad Barragán, titulada en 1879, su examen fue muy brillante; de este examen se publicó el discurso que presentó. En este caso hay que decir que esta profesora estudió en una normal particular de las que había en la ciudad y para obtener su validación, presentó su examen en la Normal del Estado. Debido a su excelente presentación según las notas del periódico, el gobierno del estado emitió un acuerdo el 9 de diciembre de 1879 de conceder un título honorífico a los profesores/as que se titularan de primer orden si presentaban examen en más materias además de las de ley (La Unión Democrática, núm. 264, 12 de diciembre de 1879).

                  No obstante esta poca participación de las profesoras en escribir sobre textos educativos, lo cual llegó a ser criticado por Paulo Colunga, en 1887 se formó la “Academia Dominical Literaria de Señoritas” dirigida por el abogado José de Jesús Jiménez (padre de Dolores Jiménez y Muro, poetisa y posteriormente zapatista durante la Revolución de 1910), quienes publicaron un periódico literario, La Esperanza (1887-1890) y presentaban veladas públicas. Esta Academia estaba conformada principalmente por profesoras. En este sentido es interesante ver cómo las profesoras buscaron y construyeron otros espacios en los cuales podían escribir, publicar y llevar a cabo actividades culturales.

                  Además de algunos informes y discursos que se publicaron, destacan los textos de editoriales por medio de los cuales los profesores buscaron la manera de difundir las novedades educativas que veían en otras naciones; o bien, buscar la forma de difundir la ciencia entre el gremio. Este punto es interesante, pues durante estas tres últimas décadas del siglo XIX, la ciudad de San Luis contó con un pequeño grupo de científicos sobresalientes en medicina, física, astronomía, química y biología.

                  En general, se observa la construcción de espacios, la creación de organizaciones y la impresión de publicaciones por medio de las cuales tanto profesores como profesoras, realizaron actividades de divulgación de prácticas y conocimientos educativos, así como de actos literarios. La construcción de estos grupos profesionales fue favorecida por las acciones de los gobiernos posteriores a 1867, pero sobre todo con la llegada de gobiernos porfiristas a la entidad.

3.2. Condiciones políticas y culturales del periodo

¿Por qué es que durante estos años de las últimas décadas del siglo XIX se publicaron estos periódicos educativos? Se observa que estos periódicos educativos fueron editados durante el porfiriato, 1876-1910. Antes de este periodo se llegaron a editar diversas publicaciones dedicadas a la enseñanza, pero estas fueron principalmente en la ciudad de México. Durante los años inestables por las guerras internas, entre 1846 y 1867, las publicaciones educativas fueron escasas, pero a partir de 1870 aumentó su número y no sólo fueron publicadas en la ciudad de México, pues en los estados de la federación se llegaron a publicar no sólo uno sino varios títulos, aunque de corta vida en algunos casos (Torres Aguilar, 2013: 245-274). Para el caso de la ciudad y estado de San Luis Potosí, se pueden señalar tres hechos coyunturales que permitieron la publicación de estas obras.

3.2.1.- Procesos culturales y educativos del periodo

Un punto importante a destacar es el proceso de estatalización que se da a finales del siglo XIX, sobre todo a partir del triunfo de los liberales en 1867 y de la llegada del gobierno de Porfirio Díaz en 1876. Para el caso de San Luis Potosí, fue la ocupación del cargo del gobierno del estado por el general Carlos Díez Gutiérrez en dos periodos (1876-1880 y 1884-1898) y por su hermano Pedro Díez Gutiérrez (1880-1884). Este proceso de estatalización lo podemos definir como la “consolidación del orden de dominación secular a través del que los estados potenciaban el sometimiento y reforzaban su supremacía”, (Dülmen, 2016: 163) pero que a su vez favorecía y creaban nuevos márgenes de actuación para que grupos e individuos tuvieran oportunidad de llevar a cabo aquellas actividades que favorecieran tanto al Estado como a ellos mismos dentro de los márgenes legales establecidos por el mismo Estado. En este caso, se daba una relación entre Estado y grupos que permitiera el desarrollo de ambos, incluso bajo ciertos apoyos brindados por el Estado.

                  La necesidad del Estado porfiriano de contar con grupos de profesionistas especializados en ciertas áreas del conocimiento, los cuales se requerían para el crecimiento económico y desarrollo social, favoreció el incremento de ciertas disciplinas, como la ingeniería, la medicina, el derecho y la administración; disciplinas que estaban relacionadas con el desarrollo científico. Chartier señala la importancia del proceso de alfabetización y el uso de lo escrito para la construcción del Estado moderno (Chartier, 2000b: 122). En cambio, la formación de profesores era necesaria para una mayor concientización social en la formación de vínculos entre el Estado y la sociedad y, de acuerdo al discurso de la época, democratizar y sacar de la barbarie a la población. En este sentido, los sistemas de enseñanza favorecían este mecanismo. El desarrollo de estos conocimientos y la formación de estos cuadros de profesionistas, ayudó a construir una idea del significado de profesión y de la apropiación de una práctica por estos pequeños grupos de profesionistas. Estas prácticas crearon medios de distinción entre los grupos sociales, en este caso los profesores/as, caracterizados por un corpus de conocimientos que los separaban de otros grupos sociales, incluyendo a los de otras profesiones. Los periódicos educativos fortalecieron y fundamentaron estas prácticas educativas al ser un medio para formar una identidad de grupo; a su vez, distinguieron a los profesores/as ante los otros grupos de profesionistas que también editaron sus medios de propaganda y cohesión.

                  La adopción de métodos educativos, la construcción de un lenguaje, la formación de espacios sociales de reproducción (normales y escuelas), la creación de rituales (exámenes) y la entrega de diplomas ayudaron a crear y aumentar esta burocracia del estado (Bourdieu, 2013: 101). Sus funciones y actividades los convirtieron en agentes sociales. La educación normalista permitió a estos grupos un acceso a puestos de trabajo en un gobierno que buscaba implementar la instrucción entre la población; pero este título de profesor/a también favoreció una posición social y, en el caso de las mujeres, salir de una condición social que durante décadas se les asignó; hemos visto que incluso al margen de las publicaciones educativas, también se organizaron en sociedades culturales, publicaron obras literarias y organizaron eventos culturales. La profesionalización del magisterio femenino favoreció romper los espacios que anteriormente se les había asignado como hijas, esposas o madres. Pero al interior del grupo también se dio la competencia; primero, entre profesores titulados y no titulados; posteriormente entre profesores y profesoras; y también entre aquellos que obtuvieron los cargos de inspector de acuerdo a las leyes y reglamentos de la época, pues dicho cargo además de la responsabilidad que tenía, también era un cargo con cierto poder ante los demás compañeros de profesión. En este caso, las publicaciones favorecieron una distinción entre los profesores que las usaron para dar a conocer sus propuestas y criterios, o entre aquellos que promovían sus publicaciones entre pares para su autorización como libros de textos.

                  Un rasgo importante de los periódicos, sobre todo de La Instrucción Primaria, fue la difusión de la ciencia. Hubo una visión progresista y universal del conocimiento y búsqueda de integración a un mundo científico, el cual los profesores/as veían su expansión y del que no quisieron quedarse fuera. Por esta razón, las traducciones de algunos textos sobre noticias educativas y científicas de Europa y Estados Unidos eran parte importante de esta vinculación con la modernidad científica; traducción que se puede ver como una forma de apropiación (Chartier, 2000a:91). En este caso también sobresale la publicación de la biografía de uno de los científicos potosinos más notables de su época, Francisco Estrada. Científico aún de los más reconocidos por el gobierno potosino.

                  En la impresión de estos periódicos, La Instrucción y El Escolar, es importante destacar dos momentos. En el primero, que corresponde a los años de 1877 a 1879 de La Instrucción Primaria, es una publicación resultado del esfuerzo de los profesores organizados en la Academia, los cuales con sus recursos y con el apoyo buscaron su impresión. En la segunda etapa de este periódico (1880-1881) y en El Escolar, es el gobierno quien se hace cargo de su publicación, primero a través de la Junta de Instrucción Primaria y, con El Escolar, con la Junta de Profesores.

                  En ambos periódicos es importante conocer algunos de los medios por los cuales se difundieron al público interesado y a la sociedad. Se publicaron 500 ejemplares de La Instrucción Primaria; de El Escolar no se tienen datos de cuántos se imprimieron. La distribución de estos 500 ejemplares era la siguiente: algunos se destinaron a los profesores/as de las escuelas existentes en el estado. De acuerdo a la información de Rafael del Castillo, antes de 1880, no había datos precisos del número de escuelas; se calculaba que para 1877 cuando Carlos Díez Gutiérrez se convirtió en gobernador existían entre 125 a 130; para 1883, 451; en 1884 su número llegó a 519 y para 1890 se contaban con 804 escuelas de todo tipo. Otros ejemplares más se entregaban a profesionistas que vivían en la ciudad y a empleados del gobierno; una parte se usaba como intercambio con otras asociaciones de otros estados que también tenían sus propias publicaciones educativas; en otros casos se remitían a los periódicos de mayor circulación de la ciudad de México. En varios números del periódico oficial aparecen breves notas sobre estos intercambios de publicaciones; por ejemplo, La Instrucción Primaria anunció que había intercambiado ejemplares con El amigo de los niños y Las clases productoras, ambos de Guadalajara, y con La Enseñanza Objetiva, de la ciudad de México (La Instrucción Primaria, núm. 4, 1 de agosto de 1880). De alguna manera, se cumplía con una distribución adecuada de acuerdo a los medios de la época.

                  La edición de estos periódicos educativos también es importante para el desarrollo no sólo de una cultura de lo escrito, sino también sobre una cultura de lo impreso, es decir, la impresión de estas publicaciones permitió su mayor difusión más allá de la escuela o de los grupos de profesores/as (Chartier, 2000a: 47). El haber adquirido una imprenta por parte de la Junta de Instrucción Primaria y la edición de estos periódicos y los libros de textos escolares, favoreció ambas culturas. A estas formas culturales, en algunos casos, precedió una cultura promovida por los discursos en las ceremonias educativas o en los exámenes de los profesores y de los alumnos, pero adquiría mayor importancia cuando estos discursos o la descripción del proceso de exámenes, se publicaba en estos periódicos o en el oficial. Después de 1885, se añadiría el periódico El Estandarte, de Primo Feliciano Velázquez, quien también dio espacio a la publicación de informes educativos o incluso de críticas a los programas educativos del gobierno del estado. Esto es un proceso importante que se da hacia fines del siglo XIX, la propagación de una cultura de lo impreso, como la divulgación de los discursos cívicos, de los discursos de los gobernadores, de las tesis de algunos estudiantes, de las notas de viajeros, de estudios científicos, de los alegatos de abogados, que a veces se divulgaban primero en ceremonias o en aquellos espacios correspondientes a las actividades desarrolladas y después, en algunos casos, se publicaban en periódicos o en folletos.

                  Después de su divulgación entre los diversos grupos, el periódico llegaba a las manos del profesor/a y es posible que éste/a lo ocupe en la impartición de su clase frente al alumnado. Este sería el objetivo de estas publicaciones, que los profesores las usaran como apoyos para llevar a cabo la instrucción dentro de la clase comentándola a los estudiantes; o bien, que los textos que ahí se incluyeran sirvieran de apoyo para la discusión y la enseñanza. Sin embargo, desconocemos hasta qué punto los profesores/as se hayan apoyado en los periódicos para llevar a cabo las lecciones. Por una nota publicada en La Unión Democrática en 1879, sabemos que los libros eran empleados sobre todo para la enseñanza en las escuelas normales y en las de adultos; en ese caso es posible que los periódicos también se manejaran para estos niveles educativos (La Unión Democrática, núm. 187, 20 de marzo de 1879). Este uso de los textos por los profesores/as podría considerarse como una forma de apropiación; y más si esos textos se aplicaban durante las clases o era un medio para cultivarse y tener otros conocimientos sobre la profesión que tenían. Ante esto, se encontraban dos puntos importantes; primero, que los textos incluidos en las publicaciones estuvieran acordes con los programas educativos. Algunos de ellos podían cumplir con este requisito. El segundo punto importante es que había una serie de textos obligatorios que eran más importantes para cumplir con el programa educativo; textos que muchas veces los profesores eran los autores o daban el visto bueno de libros de otros escritores para que fueran aceptados como obligatorios en las escuelas (AHESLP, Secretaría General de Gobierno, 1878.7, carpeta 3). Retomando a Chartier, se puede decir que “a través de los textos impresos se fijan y transmiten las normas pedagógicas” (Chartier, 2000a: 101).

                  Un punto importante para el manejo de los textos escolares empleados en la enseñanza, podría no sólo ser su contenido, sino también su tamaño. Algunos medían entre 16 y 18 centímetros de alto, por 11 de ancho; su presentación era vertical. Este tamaño lo convertía en un objeto manejable y fácil de cargar para los alumnos que lo adquirieran. En cambio, los periódicos tenían un tamaño más grande; La Instrucción primaria tuvo un tamaño de 30 por 20 centímetros; y El Escolar de 33 por 23. En este sentido, sería importante saber qué tanto este tipo de publicaciones ayudaron a cambiar la pedagogía y la forma de lectura que se dio durante estas décadas en las escuelas (Chartier, 2000: 51). Además de su tamaño y contenido, hay otro problema que se presentó para estas publicaciones, su continuidad. Hemos visto que no tuvieron una impresión constante; La Instrucción Primaria se publicó entre 1877 y 1881, apenas cinco años. Tampoco fue mensual como quisieron sus autores, pues entre algunos números pasaron meses; por ejemplo, la número 13 se publicó en diciembre de 1878 y la 14 en mayo de 1879. Esta falta de continuidad en su edición, también pudo generar falta de confianza en el grupo de profesores por parte de las autoridades educativas. En un informe del inspector escolar Juan Ramos de agosto de 1879, escribió: “La Junta de Profesores ha celebrado sin interrupción sus sesiones cada sábado, sin que por esta vez tenga esta inspección que lamentarse de desidia o abandono de aquel R. Cuerpo” (Periódico Oficial del Gobierno del Estado, núm. 966, 15 de agosto de 1879).

3.2.2.- Formación de grupos culturales

La política educativa llevada a cabo por el gobierno del estado, sobre todo a partir de la llegada de los profesores Pedro Vallejo y Biviano Casamadrid a mediados del siglo, permitió sentar las bases para construir generaciones de estudiantes educados en nuevos sistemas educativos que se alejaron del lancasteriano. Este proceso de instrucción ayudó a formar cuadros de generaciones que a partir de la década de 1870 formaron grupos de profesionistas dedicados a la enseñanza, pero también de grupos que ejercieron diversas disciplinas científicas y culturales, como la medicina, el derecho, la geografía, la historia y el periodismo, entre otras.

                  La creación del Seminario Conciliar en 1855-1856 (Muro, 1899: 122-124) y del Instituto Científico y Literario en 1859 (Torres Montero, 2009: 21-76) reforzó la formación de este grupo que bien podríamos llamar de intelectuales potosinos que a fines del siglo XIX sobresalieron en diversos campos del conocimiento. Para 1880, La Instrucción Primaria publicó una lista de las diversas sociedades existentes en la ciudad y el campo de su conocimiento: Sociedad Alarcón, literaria; Sociedad Yatrodélfica, estudio de la medicina; Sociedad Orozco y Berra, estudio de las ciencias exactas y naturales; Sociedad Lamartine, literaria; Sociedad El Progreso, dramático musical; y dos sociedades mutualistas, Sociedad Obreros de San Luis y Sociedad Mutualista, ambas de protección y primeros auxilios.

                  Esta política educativa del gobierno estatal a partir de la creación de escuelas, de programas educativos modernos como el objetivo, la publicación de textos escolares y la creación de academias, entre otros, formó este grupo de profesores que adquirieron el conocimiento de su campo de trabajo para llevarlo a cabo, pero que también les permitió tener una identidad como grupo profesional. Esta identidad de grupo fue un medio para la creación de sociedades y academias por medio de las cuales reforzaron sus conocimientos y relaciones hacia la sociedad, hacia otros grupos y hacia el gobierno. En este caso, la publicación de periódicos como La Instrucción y El Escolar, se convirtió en medios para lograr esta identidad y defender derechos, además de difundir el conocimiento de sus prácticas educativas o de aquellos textos que consideraron adecuados para dicho objetivo.

                  De este periodo que podemos ubicar sus inicios en la década de 1850, es interesante observar la presencia de dos generaciones. La primera fue aquella que hizo sus estudios de primaria en las escuelas dirigidas por los profesores Vallejo y Casamadrid; y la segunda la que fue educada en la herencia de estas prácticas educativas, después del triunfo liberal de 1867. El estudio de Manuel Muro nos da nombres de algunos de estos estudiantes de primera generación, si es que así se les puede denominar, los cuales ocuparon cargos públicos o se integraron a la política.

                  Otro tema de estudio para estos grupos es el proceso de individualización que trae consigo el desarrollo del estado. Richard van Dulmen comenta que el “bienestar del Estado solo podía lograrse a través del bienestar del ciudadano individual”; (Dülmen, 2016: 125) lo cual significaba generar una mayor responsabilidad del individuo como ciudadano que a su vez se reforzaba a través de las políticas educativas. El mérito individual favoreció un ascenso social en algunos de ellos, el cual fue reconocido por las autoridades y por sus propios compañeros. En este sentido es importante ver en algunos de ellos este interés de lograr una ubicación social a partir de obtener el grado educativo. A partir de este grado y de las relaciones sociales creadas, se integraron a la vida administrativa bajo las condiciones que en su momento lo permitiera. Participar en la elaboración de una publicación educativa como las que aquí se presentan, daría un estatus social y académico importante; a ello hay que sumar su integración como miembros de las sociedades y academias educativas existentes. También hay que añadir a aquellos profesores que elaboraron libros de texto que sus pares, a partir de su presentación en las academias, autorizaban para que se llevaran como libros obligatorios en las escuelas. En este sentido, los periódicos educativos podían convertirse, y así lo hicieron, en un medio para dar a conocer sus veredictos a sus pares y a la sociedad en general. Casos como los de Herculano Cortés y Bartolo Guardiola ilustran el caso.

4.- Conclusiones

Publicar una revista o periódico de tipo educativo durante la segunda mitad del siglo XIX en México por parte de grupos culturales no era una tarea fácil. Para llevarlo a cabo se requirieron una serie de condiciones previas, además de las condiciones políticas y económicas del país, las cuales en sí, deben considerarse como un factor importante.

                  En el caso que nos ocupa, la edición de periódicos educativos, se necesitó la formación de un grupo cultural que buscó la publicación de estas obras. Este grupo fueron los profesores que, debido a las políticas educativas implementadas por el gobierno del estado, fueron formados en nuevos sistemas pedagógicos y que vieron en la instrucción un medio para lograr la transformación de la sociedad y del individuo, y con ello construir ciudadanos patrióticos y con un nivel cultural y de cientificidad que los convertía en personas distintas que cumplían con las exigencias que el mundo occidental de su momento exigía. La formación de cuadros de profesionistas en la educación favoreció crear agentes del cambio que requería el Estado para llevar a cabo esas transformaciones sociales. Fue una elite magisterial instruida que marcó distinciones entre ellos y las clases sociales bajas, pues su nivel educativo marcó diferencias. Pero también las hubo entre este tipo de profesionistas y los de otras profesiones científicas, como médicos, ingenieros o abogados, pues los profesores/as contribuyeron a reproducir y legitimar una estructura social, modificada solo por el ascenso social que permitía la educación; en cambio, los integrantes de otras profesiones permitían construir un acceso a la ciencia y así integrarse a un mundo científico occidental. Esta conformación de grupos se fortaleció cuando se crearon las asociaciones de profesores/as ya fuera en las Juntas de Instrucción por parte del gobierno, por las sociedades de profesores o por las academias de profesoras dedicadas a la literatura, actividad empleada como un medio de cultivarse y de organizarse y encontrar una ubicación social.

                  Al interior de este grupo cultural, se dio la formación de individuos que sobresalieron en su campo construyendo una noción de su profesión, apropiándose de una práctica educativa, creando hábitos y rituales para marcar diferencias y como medios de ascenso, ocupando posiciones sociales y marcando distinciones incluso entre el mismo grupo de profesionistas. En este caso, también se encuentra esa diferencia hacia los de su misma profesión, pero de género distinto. Esto se observa tanto en la integración de las Juntas de Instrucción solo por profesores varones y dejando a las mujeres la formación de academias literarias y las sociedades sólo de profesoras, como fue la Sociedad Protectora de Profesoras “Josefa Negrete”. La existencia de este individualismo presente entre los profesores fue un factor importante en la sociedad y entre los grupos de profesionistas, pues ello favoreció el surgimiento de personajes sobresalientes más que otros. Esta construcción del individuo sobresaliente favoreció que algunos de ellos buscaran la distinción aun dentro de su grupo, lo cual se logró con la ocupación de cargos escolares como inspectores, la publicación de textos escolares y en su momento, favorecer la publicación de periódicos y revistas educativas; a su vez, estos individuos se convirtieron en personajes sociales que participaron como oradores en ceremonias cívicas, en los exámenes de las escuelas o en diversas actividades sociales y políticas donde se requirieran. La existencia de estos individuos, reforzados por el grupo al que pertenecían, favoreció la edición de las publicaciones educativas. Sin ellos, es seguro que estas publicaciones no se hubieran logrado. En este sentido, es importante distinguir entre estas publicaciones educativas y los textos o programas que se publicaron para las escuelas como material educativo. Sin este individualismo, no hubiéramos tenido personajes como Bartolo Guardiola, Herculano Cortés, Rafael del Castillo, Paulo Colunga, Miguel Barba, Jesús M. Barba e Ignacio Castro, por citar sólo algunos.

                  La creación de espacios de reproducción de prácticas como fueron las normales de hombres y de mujeres, las escuelas para niños y adultos, y las organizaciones, fue un punto importante. A partir de estos espacios, se buscaron los medios idóneos para difundir y fortalecer prácticas, conocimientos y acceder a niveles de cientificidad aceptables social y profesionalmente. En este sentido, la publicación de periódicos educativos fue un objetivo para cumplir con los fines.

                  No obstante haber logrado este objetivo, mantener sus publicaciones propias, no fue una tarea sencilla para estos grupos de profesionistas. Dar continuidad y periodicidad a las publicaciones era una tarea que exigía tiempo y dedicación. Por un lado se encontraba la escritura de los textos, o en algunos casos, la traducción de los mismos para llevarlos a la imprenta. Después de este paso, la impresión de los mismos tenía su costo, lo cual implicó obtener el apoyo económico del gobierno estatal para su edición. Este punto es de sumo interés, pues no sólo con la tranquilidad política y el desarrollo económico que hubo después de la llegada de Porfirio Díaz al gobierno federal y de Carlos Díez Gutiérrez al del estado, fue necesario la subvención económica. Esta subvención implicaba también una intervención de las autoridades escolares en la publicación. Es importante tomar en cuenta esta intervención de las autoridades en el pago de la impresión, pues de alguna manera se dejaba atrás la independencia que los profesores/as tenían en dicha publicación. Esta intervención trajo que en un momento, debido a la falta de continuidad en la edición, las autoridades tomaran por completo la responsabilidad de la publicación. Al ocurrir esto, el periódico cambió su contenido y se le dio más preferencia dar a conocer las actividades de la Junta de Instrucción que a los trabajos de profesores/as.

                  Además de lo anterior, es importante ver las formas de distribución del periódico. Podemos ver uno inmediato, entre los profesores/as y alumnos, para lo cual el salón de clase era un espacio importante; posteriormente seguirían las autoridades escolares y la burocracia en general; después podrían seguir los profesores/as y autoridades fuera de la ciudad de San Luis, lo cual implicaba medios distintos para enviar estas publicaciones a lugares apartados; y por último, a la sociedad en general. Esta distribución fuera de la ciudad aumentaba ligeramente el costo del periódico. Entre estos mecanismos de distribución, el intercambio con otras asociaciones de profesionistas e imprentas de otros estados era fundamental; por un lado se difundía la misma publicación fuera de la entidad pero también se recibían algunas del mismo tipo, lo cual favorecía el intercambio de experiencias y conocimientos.

                  El uso y la apropiación de estas publicaciones por los diversos grupos que la recibían podrían ser muy variables. Sin embargo, entre los profesores/as era importante. El docente podría emplear estas publicaciones para su clase frente al alumno en las normales o entre la niñez. Al libro de texto, se pudo haber sumado el periódico como una práctica de realizar la lectura. Su diseño y contenido presentaba novedades ante los educandos. Apoyaba la formación de una cultura de lo escrito y de lo impreso. En este sentido, es importante el papel de las imprentas y la variedad de diseños tipográficos que tuvieron para llevarlo a cabo. Hay que señalar lo que menciona Chartier, de que las revistas, y en este caso, los periódicos, posibilitaron la penetración de la cultura escrita en medios sociales donde lo escrito estaba en proceso (Chartier, 2000a: 47). También hay que ver hasta qué punto estas publicaciones fueron un medio para cambiar la pedagogía o las formas de lectura. Hay un punto interesante de los usos de estas publicaciones: se convirtieron en un medio para que los profesores/as pudieran dar a conocer sus ideas, textos, poemas, propuestas y así tener reconocimiento social. Bien se puede decir, que los principales beneficiados de estas publicaciones fueron los mismos docentes; a partir de estas publicaciones pudieron dar a conocer sus actividades escolares, sus libros de textos y sus obras literarias. A ello hay que sumar, los periódicos de la época, además del periódico oficial, quienes se convirtieron en vehículos de información y de promoción de los profesionistas, en este caso los profesores/as. La consulta de estas publicaciones permite conocer con más detalle la vida cultural e intelectual del porfiriato.

                  La pregunta es ¿por qué no continuaron o fueron más constantes en su edición estas publicaciones? Hemos visto que al interior había problemas para mantener esta perseverancia en su impresión. La existencia de poca gente que participaba con textos propios o traducciones para su publicación; el problema económico para pagar su impresión; y, de alguna manera, los cambios que se dieron en las normas legales con la llegada de los gobiernos, lo cual implicó una mayor intervención de las autoridades, quienes tenían otros objetivos, como publicar más libros de textos para su entrega a las escuelas, podrían se algunos de los elementos que dificultaran la continuidad de estas publicaciones.

                  Conocer estos periódicos educativos siempre es importante para acercarse no sólo a los modelos y medios educativos propios de la época, sino también a una expresión de la cultura.

FUENTES.

Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí.

  • Secretaría General de Gobierno.
  • Colección de Leyes y Decretos.

Periódicos:

Centro de Documentación Histórica “Lic. Rafael Montejano y Aguiñaga” de la UASLP.

  • La Instrucción Primaria.
  • La Sombra de Zaragoza.
  • La Unión Democrática.
  • Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí.

Colección Particular.

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“Ley reglamentaria de la Instrucción Pública en el Estado”, San Luis Potosí, Tipografía del Gobierno del Estado, 1872. 8 p. Decreto número 43. La Sombra de Zaragoza, número 622 de diciembre 4 de 1872.

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Plan de estudios y reglamentos de gobierno del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí. San Luis Potosí, Imprenta de Vélez, 1869. 15 p. (Decreto 191 del 19 de junio de 1869 y reglamento del Instituto del 29 de mayo de 1869).

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[Este texto se publicó en la edición 65 de La Corriente, diciembre de 2022].

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