Guillermo Kaiser Schlittler
Arnoldo Kaiser Schwab, para inicios del siglo XX, ya tenía más de diez años avecindado en la ciudad de San Luis Potosí, recorría con especial deleite el centro de la población. Era muy común en él pararse exactamente enfrente de las puertas de la papelería Al Libro Mayor, de la que era dueño al lado de su hermano Juan —quien al iniciar ese siglo viaja a la ciudad de Guadalajara para fundar otro negocio y residir allá— y puesto de pie en ese lugar ver directamente los edificios que se encontraban al otro lado de la Plaza de Armas hacia el norte, y volteando hacia la calzada de Guadalupe observar otro panorama de la misma calle de Zaragoza hacia el sur. Esto lo hacía porque, como decía él: “Nada me trae más recuerdos de las ciudades europeas que ver esta calle a uno y otro lado y admirar las construcciones tan similares en su estilo a las que existen en muchas ciudades de Europa”.
Ya para ese entonces los dos hermanos Kaiser, llegados de Suiza hacia 1882 Juan y hacia finales de 1891 Arnoldo, han firmado con su nombre varias postales editadas por ambos con vistas de la ciudad de San Luis Potosí y de Guadalajara, que los harán ser conocidos hasta la fecha como de los primeros y más importantes editores de postales típicas del país, amén de su ocupación como industriales fabricantes de “libros en blanco”, como se han conocido tradicionalmente los libros utilizados para registros contables. Contemporáneos de ellos como editores de postales hubo varios extranjeros con residencia en nuestro país, como Ruhland & Ahlschier, Latapí & Bert, T. Schwidernoch, Félix Miret y C. Bütennkfepper.
Esa identificación de Arnoldo Kaiser con los edificios potosinos y algunos de los existentes en ciudades europeas, corresponde a una época que estaba viviendo sus últimos lustros y que se iría para no volver, pero que formaba ya parte de una etapa de la historia de México notable y preocupadamente calmada, sosegada, conocida como el Porfiriato, que durante la mayor parte de sus treinta y seis años de existencia (1876-1910), quiso imprimirle un sello europeo a las construcciones de varias ciudades del país, a lo cual no se sustrajo San Luis, y que acrecentó la presencia de obras de tipo extranjero que ya existían y que también formaban parte de la admiración de los hermanos Kaiser. Antes de la gran conflagración que asoló al país a partir de 1910, fue posible dejar para la posteridad testimonios de construcciones dignas de admiración hasta la fecha.
Da fe de esta fiebre de construcciones nuevas lo consignado por Carlos Morán de la Rosa: “Ante la moda europeizante de la época, surgió en los habitantes de la ciudad de San Luis Potosí el deseo de darle a su capital una imagen cosmopolita. Se ensancharon y prolongaron las vías directas al centro citadino, las terrosas plazas de antaño se transformaron en agradables jardines, trasladando a sus antiguos ocupantes, los tianguistas, a nuevos y amplios mercados”.
Afortunadamente esa época no fue especialmente turbulenta para la labor editorial e industrial de estos laboriosos suizos de origen, pues no sólo editaron postales (y probablemente libros impresos), sino también papel moneda y otros documentos para los diversos ejércitos que tomaron parte en la lucha armada durante la revolución. Y no lo fue porque no se involucraron directamente en la lucha y en consecuencia no tomaron partido, sino además porque su actividad era verdaderamente reconocida por tirios y troyanos y se consideraba que más daño se le haría a la situación, ya de por si terrible, hostigándolos en su actividad que permitiéndoles desarrollar su trabajo satisfaciendo al mismo tiempo las necesidades de papel moneda y otros elementos bancarios que utilizaban las diferentes facciones revolucionarias, y que de alguna manera originaron problemas de inflación bastante severos, además de un desorden administrativo y cambiario en razón de la circulación de varias monedas en diversas regiones del país. Pero esto fue parte de lo conocido como “la bola”, que no fue otra cosa que el desorden generalizado vivido por el país en estos críticos años, en donde como siempre los más eran los que menos sabían la razón de por qué andaban ahí.
Pero esto fue realmente afortunado para los hermanos Kaiser, no solo en su labor cotidiana sino que posibilitó el desarrollo de un trabajo que a final de cuentas permitió rescatar las imágenes que, tomadas por fotógrafos principalmente de origen estadunidense, dejaron un testimonio vivo hasta la fecha de diversa temática desarrollada en las postales y entre las cuales sobresale la presencia de edificios, monumentos, plazas y calles de las ciudades de San Luis Potosí y Guadalajara. Hubo otras temáticas igual de interesantes que aquellas e igualmente atractivas en las postales Kaiser, pero en esta ocasión nos ocuparemos de las referentes a las construcciones realizadas en lo que respecta a la ciudad de San Luis Potosí, pues creo yo que las ediciones de la ciudad de Guadalajara, realizadas principalmente por Juan Kaiser que, como he mencionado, se fue a residir a esa ciudad, y que resultaron mayores en cantidad que las realizadas por ambos hermanos en lo que respecta a San Luis Potosí, debieran ser objeto de un texto más amplio, así como aquellas postales que contienen imágenes diferentes de las de obras arquitectónicas.
Una serie de situaciones fueron fundamentales para llevar a cabo la edición de las postales: el gusto de los hermanos por la fotografía, la actividad desarrollada por fotógrafos profesionales al imprimir en sus cámaras las imágenes citadinas y la selección hecha tanto por Juan como por Arnoldo de algunas fotografías que posteriormente serían editadas. Pero no sólo fue el seleccionar o escoger a la misión realizada por los hermanos, sino a través de su óptica el recomendar las tomas que en forma definitiva quedarían plasmadas en la impresión postal.
Pero… ¿por qué reproducir en un pequeño rectángulo de cartulina de nueve por catorce centímetros esa enorme riqueza arquitectónica, histórica y cultural de la ciudad de San Luis Potosí? Probablemente los Kaiser estimaban que era una forma de agradecer la hospitalidad, la aceptación que en forma tan cálida se les brindó en este país que fue su patria por adopción y en donde ambos reposan para siempre, uno en Guadalajara y el otro en la ciudad de México. Pero además esas postales llevaban implícita una real admiración por lo que poseía la ciudad en cuanto a patrimonio en sus construcciones, monumentos, plazas, jardines….
La sola visión de las imágenes recogidas en las postales ya le da a la ciudad una presencia en otros países, puesto que éstas se habían convertido en el medio idóneo para dar a conocer lugares, paisajes, construcciones y costumbres de una ciudad en otras latitudes, objetivo que a final de cuentas ha sido el de las postales. La edición de las fotografías transformadas en postales era una de sus ocupaciones profesionales y esto es algo que también ha caracterizado su nombre y su ocupación y les ha proporcionado un gran prestigio en el mundo editorial en nuestro país.
Aquellos años convulsivos de finales de un siglo y principios de otro se caracterizaron por la rapidez en lo que se refiere al desarrollo de los inventos que tenían que ver con la herencia de la revolución industrial, como las máquinas de vapor, el telégrafo, el teléfono y la luz. Esto permitió que la actividad industrial en general comenzara a adquirir una gran versatilidad en los métodos de producción puestos al servicio del hombre y que la industria se convirtiese en el gran factor del desarrollo. Fueron los años en que se asomó un medio impreso que resultaría ser importantísimo durante décadas y que hasta le fecha se sigue utilizando —aunque en menor escala pues ya lo rebasó la nueva tecnología de la comunicación digital— para enviar saludos, mensajes, publicidad o simplemente como testimonio de una presencia en algún lugar de la tierra. La tarjeta postal aparece hacia el año1870 en Francia y de ahí se propaga su uso hacia Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y toda América.
Esta fue la actividad que como impresores y editores escogieron los Kaiser en su empresa de San Luis Potosí, siguiendo la moda y participando del auge que las tarjetas postales estaban imponiendo prácticamente en todo el mundo. El mensaje en sus postales fue mostrar a través de las imágenes cómo era ese país al que habían llegado como inmigrantes. Se dio a conocer un mundo con edificios a la par de los más bellos de Europa, se difundieron costumbres, vestimentas, comida y paisajes a través de postales que reflejaban al mexicano transmitiendo una imagen de absoluta dignidad y belleza. Las postales reflejaron con una realidad fuera de toda duda cómo eran en general las ciudades mexicanas típicas, tales como San Luis Potosí y Guadalajara. Y al final de cuentas, probablemente sin buscarlo, esas postales fueron más que el mismo mensaje, pues se convirtieron en objetos de colección y en un muy claro sello característico de la actividad editorial mexicana.
Consigna con mucha precisión el especialista en cine e historia del arte, Antonio Meave, el hecho de que hubo muchos fotógrafos itinerantes que registraron imágenes de diversa temática del México de finales del siglo XIX y principios del XX que han permitido prolongar el testimonio de aquellos años y admirarlo como si lo estuviésemos viendo ahora. Entre ellos podemos consignar a Charles Burlingame Waite (Ohio, 1861-ca.1929), Francois Aubert, William Henry Jackson, Guillermo Kahlo y otros más como Winfield Scott (Michigan, 1863-1942). Las postales de las ciudades de San Luis Potosí y Guadalajara fueron tomadas en su mayoría por algunos de estos profesionales de la lente y adquiridas por los Kaiser para ser editadas por ellos.
Así pues, estamos en presencia de una ciudad muy interesante y muy representativa de ese intento porfirista por imitar a Francia o darle un toque afrancesado a las principales ciudades mexicanas de la época. Es el San Luis Potosí que admiran los Kaiser con mucha curiosidad y con mucha atención. Su mirada no sólo “ve” los edificios como quien observa una fotografía sino que traspasa los muros, penetra ventanas, adornos, capiteles y columnas, y de alguna manera abraza todas esas obras de las cuales son testigos presenciales, empezando por el edificio propio que aloja las instalaciones de su negocio de libros y de edición de postales.
La calle de Zaragoza, que se prolonga hacia el norte convertida en calle Hidalgo, es una rúa que contiene la presencia vasta de edificaciones que transforman a esa parte de la ciudad en una zona acogedora y con un cierto toque cosmopolita. Muchas construcciones devienen en hoteles y otras en restaurantes y en comercios aparecidos en forma obligada debido a la dinámica comercial e industrial de la ciudad, que tiene que proporcionar alojamiento y posibilidades de intercambio comercial a los muchos viajantes que en forma cada vez más abundante se dan cita en la ciudad potosina. Los visitantes no se van desencantados de su visita; al contrario, han podido entretenerse en forma suficiente con un Teatro de la Paz que se encuentra a punto de concluir su elegante armazón y que hasta la fecha ha alojado toda clase de eventos, principalmente de carácter cultural. El edificio de Correos presume a los visitantes la balaustrada que remata sus muros en forma representativa de una arquitectura soberbia y elegante que comparte con otras construcciones citadinas. Obras imponentes y dignas de ser admiradas a veces se estorban unas a otras e impiden admirar en toda la magnitud sus detalles. Tal es el caso del Palacio Monumental y los edificios que ocupan actualmente la esquina de las calles de Vallejo y de Madero, las conocidas como las Cajas Reales y el actual edificio del restaurante La Lonja. Para admirar otro teatro, el O’Farril, el ángulo de la calle (hoy de Álvaro Obregón) en aquellos tiempos permite tener una vista magnífica que actualmente no es posible.
Dos construcciones representativas del aspecto formativo del hombre dejan constancia gráfica no sólo de la atención que se presta a esta necesaria actividad en la vida de la sociedad, sino también del esmero que se pone en adecuar la estructura de las construcciones con el objetivo patente que se persigue, que es la educación, y que dan albergue a esta importante actividad: la Escuela Modelo y el Instituto Científico, actual sede de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
A medida que los Kaiser recorren las calles en sus paseos vespertinos, se van topando con deleite con jardines y monumentos a la vera de los cuales se sientan plácidamente, probablemente a fumarse un cigarro o a observar cuál será el mejor ángulo para reflejarlo en una de las fotografías que es seguro se convertirá en una postal realizada, a través del proceso de impresión, en tinta sepia, que es el tono en el que están impresas la mayoría de las imágenes, aunque existen también en tonos grises y hasta en colores. La perspectiva que ofrecen los monumentos en un San Luis que tiene pocas construcciones que obstruyan una vista panorámica es de repente como una aparición a la cual se van acostumbrando, aunque nunca lo harán en forma suficiente como para hartarse durante todo el tiempo que serán orgullosos habitantes de San Luis Potosí y de Guadalajara.
¿Quién puede cansarse de admirar la especial magnificencia de una Caja del Agua en la Calzada de Guadalupe o Avenida Juárez, nombres éstos últimos que ya de por sí invocan una contradicción muy propia de nuestro México, que probablemente sugirieron alguna sonrisa benevolente en los hermanos Kaiser? ¿Acaso ellos mismos podían sustraerse al regalado atractivo de una Plaza de Armas también conocida como Plaza Hidalgo, abundante en grandes árboles que en la actualidad difícilmente podríamos concebir como un remanso sombreado para el descanso, la lectura o la meditación, por más que ellos en su Suiza de origen tuviesen bosques en prácticamente cada esquina de sus ciudades? El elegante edificio de la esquina de las calles de Álvaro Obregón e Hidalgo, conocido como Palacio de Cristal, ¿acaso le iba, o le va, a la zaga a cualquier edificio de la época en Francia o España? Su mismo vecino, que alojó durante cerca de cien años a la tienda de ropa La Exposición, iniciada su construcción en 1896, ¿acaso no es tan espléndido como cualquier almacén del género en algún país europeo?
Y observar todos estos edificios y monumentos no sólo al caminar por la ciudad, sino a bordo de uno de los tranvías de la red que prestaba su servicio por la ciudad, ya nos da la idea de un San Luis moderno que por supuesto no escapó a la vista de los Kaiser ni a la mirada artística de los fotógrafos a través de los lentes de sus cámaras. Este tranvía urbano tuvo varias líneas que conectaban la ciudad, primero con el tendido de las vías Alameda-Santuario en 1883, y posteriormente con las de Santiago, Tlaxcala, Saucito y con el barrio de Tequisquiapam.
Irremediablemente las comunicaciones alcanzaron a este gran movimiento comercial e industrial en la ciudad y pronto se comenzaron a realizar los primeros trabajos para la instalación de las vías de ferrocarril en el año de 1878, de manera que este medio motivó los planes de empresarios, principalmente extranjeros, para instalarse en la ciudad, tal como fue el caso de la fábrica de puros y cigarros La Fama y de la antigua Fundición de Morales, actualmente Industrial Minera México. Ninguna de éstas actividades y sus construcciones escaparon al registro de los Kaiser pues tanto la antigua estación de ferrocarriles, como la compañía metalúrgica aparecen en sus postales, amén de que las dos compañías y las oficinas del ferrocarril fueron también clientes de Al Libro Mayor.
Un aspecto que desde luego no se puede dejar de lado en esta visión de la ciudad de San Luis Potosí por Juan y Arnoldo Kaiser Schwab, no sólo por su monumental presencia sino también por ser sustento histórico y religioso del pueblo mexicano, es el referente al de las iglesias. Los templos aparecen una y otra vez en su colección de postales, lo cual testimonia la importancia que para ellos tenía el culto que los mexicanos rinden a sus figuras sagradas a través de las imágenes. De hecho las postales con ésta temática fueron indudablemente importantes para los dos hermanos pues son las únicas que tienen vistas tanto del exterior como del interior. Esta herencia religiosa tenía que estar forzosamente presente al dar constancia de las construcciones no sólo de esta ciudad sino prácticamente de todo México. El haber consignado la existencia de los templos fue un reconocimiento al papel que jugó la religión proveniente de España durante los quinientos años en México a partir de la conquista. La mirada abarcó vistas de construcciones que hasta la fecha permanecen como Tequisquiapam, Tlaxcala, Sagrado Corazón, El Carmen, Catedral —con una sola torre en aquellos tiempos de inicios del siglo XX—, Santiago, San Francisco y San Agustín. Tampoco escaparon a su mirada otros edificios y monumentos como el Hotel Sanz, el mercado Juárez, el mercado C. Mendoza, la calle de Hidalgo, la Alameda y otros que están reflejados en las postales actualmente en poder de diversos coleccionistas.
Esta visión de una ciudad a través de la óptica de dos ciudadanos suizo-mexicanos traducida a postales, no puede sustraerse a la subjetividad de que están dotadas éstas al ser editadas por ellos. Afortunadamente esta visión personalísima que se conjuga con la de los fotógrafos que tomaron las imágenes coincide con algo que nadie puede discutir: ninguna de las imágenes queda al margen del derecho de formar parte de las colecciones existentes, y nadie puede cuestionar el mérito que cada una de las mismas le otorga a la ciudad de San Luis Potosí, mediante este testimonio gráfico, de que se está en presencia de una ciudad verdaderamente monumental.
Bibliografía
Guillermo Kaiser Schlittler, Antonio Meave y Juan Manuel Hernández Almazán, Juan y Arnoldo Kaiser. Editores y cronistas de su tiempo, introducción de Luis Pedro Gutiérrez Cantú, INAH, México, 2010.
Rafael Montejano y Aguiñaga, Miguel Ángel Herrera Bravo y Ana María Rodríguez de Palacios, Empresas Potosinas, Al Libro Mayor, San Luis Potosí, 1997.
Carlos Morán de la Rosa, San Luis Potosí. Ciudad monumental. H. Ayuntamiento de San Luis Potosí, 2002.
[El autor del texto es maestro-investigador de la Universidad Marista de SLP, después de haber sido empresario de la industria editorial durante más de 33 años. Su familia tiene cinco generaciones de raíces potosinas. Ha publicado libros acerca de la historia de México y sobre su familia suiza-potosina-jalisciense.]
Publicado en La Corriente número 21.