A fines del siglo XIX llegaban a la ciudad de San Luis Potosí para su expendio diversos mezcales producidos en las haciendas cercanas y del norte del estado por la abundancia del agave Salmiana (que prevalece como dominante en la actualidad), lo consumían con fervor las clases bajas (para los mineros era un complemento de su dieta alimenticia para soportar las agotadoras jornadas de trabajo); y las élites, para éstas el aroma y cuerpo de esta bebida popular cubría con creces la falta de coñac que padecían con frecuencia por la tardanza de los embarques que salían de Francia y hacían escala en Nueva York antes de llegar al puerto de Tampico para su posterior traslado a San Luis Potosí por el Ferrocarril Central.
Había muchos mezcales potosinos, para todos los gustos y de distinto poder adquisitivo, pero hubo uno que durante algunos años de buena producción alcanzó un grado supremo, lo decían los bohemios de la época que lo disfrutaron en una cantina cercana a La Lagunita cuando departían con un poeta que le cantaba a la inmensidad del paisaje desértico, al estruendo de las montañas y era perseguidor de mujeres de cabellera bruna de india brava (y su virilidad ha sido puesto en duda por la maledicencia de algunos historiadores al señalar que su matrimonio infecundo con la abnegada Josefa era solo una fachada de su presunta homosexualidad).
El mezcal de Jesús María (el lugar de las revelaciones divinas que cimbraron a la piadosa Concha Cabrera y cuya santidad aún le regatea El Vaticano), además de sus efectos dionisiacos como todo buen mezcal, tenía una bien ganada fama de medicinal: lo mismo cortaba una tos expectorante que cosía cualquier corazón roto por el desamor, agudizaba sentidos y cualquier dolor se volvía por alquimia en un estado de placidez, lúdico y creativo, y al otro día sin cruda, era una maravilla.
El que fabricaba este mezcal de Jesús María era Octaviano B. Cabrera, en el Valle de San Francisco, en el actual municipio de Villa de Reyes; tenía una estación del Ferrocarril Nacional Mexicano y facilitaba el traslado de las garrafas de mezcal a su clientela ávida. En su publicidad presumía el Primer Premio de la Exposición Universal de Nueva Orleans en 1885.