Inocencio Noyola

inocencio.noyola.slp@gmail.com

1.- Introducción

Hacer mapas y planos es posiblemente una característica del ser humano; es un proceso social y espacial; nos permite ubicarnos en una de nuestras dimensiones, el espacio, y apropiarnos de ese espacio al darles significado a las características geográficas de nuestro entorno, como montañas, ríos o valles (Crone, 2000:9-32; Thrower, 2002: 11-34). Cual Robinson Crusoe, nos apropiamos del espacio en el que vivimos, le ponemos nombre, lo simbolizamos y le damos atributos a veces mágicos o reales. En este sentido, el mapa cumple una función social, pues llega a convertirse en una forma racionalizada de representar el espacio y que es aceptada tanto por los científicos y autoridades como por los diversos grupos sociales interesados (Lois, 2015).

                  Desde tiempos antiguos, se inició la elaboración de mapas y planos. Los babilonios, griegos y romanos son de quienes se conocen algunos de los primeros. Hiparco, Eratóstenes, Anaximandro, Estrabón y Claudio Ptolomeo son algunos de los nombres relacionados con la geografía y con la creación de mapas (Crone, 2000: 10-11). De este último, Claudio Ptolomeo (100-170 dC) es de quien se conoce una de las obras más completas sobre la cartografía para su época, su Geografía, la cual se puede considerar como basamento de la cartografía europea elaborada entre los siglos XV y XVI. Durante un tiempo, entre los siglos V y XV, esta obra solo fue conocida por las culturas de Medio Oriente descendientes del mundo helenístico y romano y posteriormente por los árabes. En cambio, debido a razones religiosas y políticas, para los europeos fue casi desconocida la obra de Claudio Ptolomeo. A partir del siglo XV, su difusión en Europa cambió el conocimiento espacial que los propios europeos tenían de los continentes conocidos de Europa, Asia y África; impulsó el conocimiento matemático y geográfico para elaborar mapas y favoreció el interés de los europeos de aventurarse a conocer más allá de su territorio (Parry, 1981: 15-24).

                  Este descubrimiento de Claudio Ptolomeo por los europeos, entre otros factores, motivó los viajes de exploración de los reinos de la península ibérica, primero Portugal, y posteriormente Castilla a partir de la conquista de los reinos árabes. El descubrimiento de nuevas tierras, en 1492, revolucionó el conocimiento geográfico, la elaboración de los mapas y, sobre todo, la concepción del mundo desde la visión europea cristiana.

                  A partir de la llegada de los viajeros europeos al continente recién encontrado por ellos, que nombraron América, se inició el trazo de los primeros mapas y planos de este territorio nuevo para los europeos. Además, se requirieron diseños para representar las nuevas tierras y la esfericidad de la Tierra.

                  Existía ya una larga tradición europea de realizar mapas y planos desde casi los inicios de la era cristiana;  estos mapas, algunos conocidos como portulanos, cumplían una función importante para la navegación entre los puertos del Mediterráneo. Fue hasta después del siglo XV cuando comenzó una revolución cartográfica entre los europeos, en parte por el descubrimiento de la obra de Claudio Ptolomeo, pero también por los viajes de portugueses y españoles.

                  Además de lo anteriormente mencionado, hay que señalar otros elementos importantes. El primero sería el avance de la cartografía entre finales del siglo XV y la primera mitad del XVI, sobre todo después de los descubrimientos de nuevas tierras y la circunvalación de la Tierra, lo cual revolucionó el conocimiento geográfico y la concepción cristiana y europea del espacio. Una más sería el progreso científico de las matemáticas aplicadas a la geografía para llevar a cabo la elaboración de mapas; pues el representar un cuerpo esférico significó diversas propuestas de representación de la tierra, como las de Ptolomeo, Contarini, Ruysch, Waldseemüller, Rosselli y Mercator (Thrower, 2002: 67-95). Otro sería el doble interés de los reinos europeos para mostrar y legitimar entre ellos mismos los territorios bajo su poder después de exploraciones, acuerdos y tratados; y aunado a este mismo, para una mejor administración de sus territorios. Un último punto, que no necesariamente los únicos, como lo señala Carla Lois, “para representarse mediante imágenes ópticas fenómenos de otro carácter, para imaginarse con rasgos visibles algo que no se tiene a la vista” (Lois, 2015).

                  Bajo esta mirada, el mapa de Abraham Ortelius de la Huasteca, puede decirse que cumple con estas características. Aunado a ellas, hay que señalar lo importante que fue contar con diversos informes administrativos y religiosos para llevarlo a cabo, como se busca demostrar con este ensayo.

2.- Abraham Ortelius

Abraham Ortelius nació en Amberes el 14 de abril de 1527; está considerado como el Ptolomeo del siglo XVI. Su trabajo como cartógrafo y geógrafo es reconocido no sólo por la publicación de su atlas, Theatrum Orbis Terrarum, Teatro del Mundo, sino también por la forma novedosa en que lo presentó. Ortelius inició su trabajo en Amberes coloreando mapas; después incursionó en el comercio de obras de arte y mapas. Hacia 1560 empezó por trazar mapas de su autoría, pero fue el trabajo solicitado por un comerciante, Guilles Hoofman, quien lo hizo crear una nueva forma de presentar los mapas. De la elaboración en formato grande y enrollados, se pasó a un diseño en libro. Para Hoofman reunió un volumen de alrededor de 38 mapas, la mayoría impresos en Roma y algunos en Holanda. De esta primera obra, pasó a la copia de mapas, a grabarlos en cobre y darles un diseño homogéneo y con medidas semejantes, en un promedio de 35 por 50 centímetros. De este trabajo de compilación, grabación y diseño nació el Theatrum (Van Der Krught, 2016). La obra cuenta con textos o fichas con información de los lugares representados; además, lo nuevo de su trabajo es que presenta los mapas de las diversas regiones y reinos ordenados por continentes. A esto habría que añadir el diseño de los mapas con los signos cartográficos aceptados para la época (Crone, 2000: 92-123).

                  El Theatrum Orbis Terrarum, publicado en 1570, fue el resultado de un trabajo sobre los mejores mapas que para su época se conocían; es importante aclarar que en dicho atlas, Ortelius manejó mapas elaborados por otros cartógrafos para incluirlos en su obra; además, le dio un orden que continuamos empleando en la publicación de atlas: mapamundi, continentes y reinos o regiones, que para aquel siglo el orden era Europa, Asia, África y el nuevo mundo (Crone, 2000: 156-176). Esta manera de publicar su obra, le dio un carácter de universalidad y globalidad a la forma de representar la Tierra, y facilitó el conocimiento y la difusión del territorio entre los europeos. El Theatrum fue editado en varias ocasiones, con algunos mapas que se le fueron añadiendo. Otra característica de su obra y que lo moderniza en su momento, fue el nombrar las fuentes en las que se basó para la elaboración de sus mapas. Además, este sentido de universalidad que se presenta en el Theatrum es significativo porque, con palabras de ahora, estamos ante un concepto de globalización y de visualización a través de los mapamundis y de los mapas de reinos y regiones, de lo que representa la Tierra y el conocimiento cartográfico sobre ella. A esto hay que añadir que la edición en formato de libro y ya no por pliegos, favorecía su divulgación entre los interesados y no sólo para los navegantes, como lo había sido en el siglo anterior. Gracias a esta forma de presentar su trabajo, en formato de libro, favoreció su mercantilización, lo cual ayudó el que se editara en diversos idiomas (Thrower, 2002: 87-191).

                  

Abraham Ortelius vivió un siglo de grandes conocimientos geográficos el cual dejó atrás la visión medieval europea de la Tierra. El descubrimiento de las nuevas tierras en 1492, que nombrarían América; los viajes de exploración hacia India, China y Japón por portugueses; el descubrimiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa en septiembre de 1513 y posteriormente la circunvalación de la Tierra por Magallanes y Elcano, dejó atrás los planos y portulanos que se manejaron en la Europa medieval. El mundo, como tal, se abría a los europeos; la ciencia geográfica se ampliaba y la visualización de la Tierra tenía una nueva medida.

                  En 1575, el monarca español Felipe II lo nombró geógrafo real, lo cual le permitió acceder a los planos y mapas elaborados por la corona española sobre las posesiones en América, así como a los informes realizados por cosmógrafos reales, funcionarios administrativos y por integrantes de las órdenes religiosas y autoridades eclesiásticas. Este nombramiento facilitó la publicación de una edición en español en 1588, donde se incluyeron mapas del Orbe Nuevo, de la Nueva España, de Cuba y del Perú. Entre los mapas correspondientes a la Nueva España sobresale el de la Huasteca, por su gran precisión en la ubicación de los lugares y por la forma de concebir y delimitar un espacio administrativo y, con el devenir del tiempo, en lo que designamos como región.

                  La obra de Ortelius, para su época, es comparable con la de Gerhard Mercator (1512-1594). Ambos se distinguen por haber revolucionado la elaboración de mapas. Mercator fue el primero que uso la palabra Atlas en su obra publicada en 1595; también fue el que le dio sentido a nuestra forma actual de reconocer las grandes masas terrestres: Eurasia y África (el Viejo Mundo), India Nova (América) y un Continente Austral (Antártida) (Crone, 2000: 161) Además, algo importante en ambos, es que iniciaron a visualizar la cartografía en el formato de libro que ahora conocemos (Garfield, 2013: 156-160).

3.- La cartografía del Nuevo Mundo

Harley señala que por “encima del taller siempre hay una persona que encarga el mapa y, como consecuencia, el mapa está imbuido en dimensiones sociales además de técnicas” (Harley, 2005: 67). En este sentido, el cartógrafo está bajo ciertos contextos, como el de su experiencia y profesión, por el trabajo de otros cartógrafos y por la sociedad y en este último caso, por quien encarga el trabajo.

                  Antes de los planos elaborados por Ortelius, existía en Europa una tradición de diseñar planos y mapas de las nuevas tierras, según se avanzaba en la exploración y descubrimientos. Los cuatro viajes de Cristóbal Colón y los de Américo Vespucio, entre otros, marcaron el inicio de la creación de planos por los cartógrafos europeos en los cuales fueron registrando los territorios recién descubiertos (Thrower, 2002: 72).

                  Sin tratar de hacer una relación de planos y mapas de las nuevas tierras, se citan algunos de ellos que son importantes para nuestro ensayo.

                  Aunque no se elaboró un mapa, es necesario iniciar con el primer viaje de Américo Vespucio, a quien se le considera el primer europeo en llegar a las costas del Golfo de México, hacia lo que hoy conocemos como Huasteca. Este viaje se realizó entre mayo de 1497 y octubre de 1498; de los lugares que pudo haber recorrido, se encuentran las costas de la península de Yucatán y el Golfo de México. De este territorio destaca un lugar que nombró Lariab, que algunos investigadores ubican en la costa de la actual Huasteca (Muñoz Mendoza, 2000: 30-42). Aunque es un poco extenso, citaremos el texto donde describe un territorio que podría ser la Huasteca:

Al día siguiente acordamos salir de este puerto y seguir más adelante; anduvimos continuamente a lo largo de la costa, hasta que vimos otras gentes, distantes de las anteriores unas 80 leguas; las encontramos muy diferentes en su lengua y en sus costumbres. Acordamos surgir, y fuimos con los bateles a tierra, viendo en la playa muchísima gente, que podían ser al pie de 4000 almas; y cuando nos acercamos a tierra no nos esperaron, y se pusieron a huir por los bosques, desamparando sus casas. (…) Esta tierra está dentro de la zona tórrida, cerca o debajo del paralelo que describe el trópico de Cáncer, donde el polo de su horizonte se eleva 23 grados (…) Vinieron a vernos muchas gentes, y se maravillaban de nuestra figura y de nuestra blancura (…) En esta tierra pusimos pila bautismal e infinita gente se bautizó; y en su lengua nos llamaban carabi, que quiere decir varones de gran sabiduría. Partimos de este puerto; la provincia se llama Lariab. (Vespucio, 1951: 221, 223, 229).

En cuanto a los 23 grados que señala Américo Vespucio, el mapa de Ortelius los marca hacia un poco al norte de la desembocadura de lo que sería el actual río Pánuco. Actualmente, el Trópico de Cáncer se ubica en los 23º 27´. Hacia el siglo XVI el Trópico de Cáncer tuvo importancia para los reinos europeos, pues se consideraba que las tierras ubicadas al norte podían ser colonizadas por los ingleses y franceses, mientras que las localizadas al sur, eran de exclusividad de los españoles.

                  En otra versión de los viajes de Américo Vespucio, en lugar de Lariab aparece el nombre de Pária, el cual también aparece en la impresión del mapa de Waldseemüller (Waldseemüller, 2007: 121).

                  Los viajes de exploración por parte de las monarquías hispana y lusitana continuaron en el cambio de los siglos XV al XVI, lo que favoreció la elaboración de planos de las nuevas tierras. Uno de los primeros donde se incorporaron los descubrimientos, fue el realizado por Juan de la Cosa en 1500 (Thrower, 2002: 76-78). Juan de la Cosa, quien acompañó a Cristóbal Colón en sus dos primeros viajes, había regresado a España en 1499 después de haber recorrido algunos territorios del continente recién descubierto. El plano se encuentra entre los diseños de los portulanos medievales y los nuevos mapas que a partir de éste se elaboraron. Se considera que dicho plano fue hecho para los Reyes Católicos por su gran diseño, pues mide casi dos metros por uno; además, el acabado del mapa muestra una muy buena ilustración. En él aparece lo que hasta ese momento se conocía sobre Europa, África y Asia, así como lo del Nuevo Mundo, desde las costas del Brasil hasta Terranova. Estos avances cartográficos se debían a las diversas exploraciones de españoles, portugueses y de Juan Caboto, quien había explorado en 1497 la costa atlántica de la actual Norteamérica al servicio de Inglaterra. En el espacio que deberían estar las costas del Golfo de México, se encuentra una imagen de San Cristóbal y la fecha y lugar de su elaboración. Sobre este hecho, hay interpretaciones del por qué no fueron dibujadas las costas del golfo. Una de las razones que se da es que Juan de la Cosa, a pesar de haber viajado con Américo Vespucio en este viaje entre mayo de 1499 y septiembre de 1500, desconocía estas tierras. Sus viajes de exploración estuvieron más enfocados hacia las actuales costas del norte de Sudamérica, lugar donde murió hacia 1510 a manos de los indígenas en la actual Colombia.

                  Otros planisferios que incorporan las nuevas tierras son los de Cantino, de 1502; el de Nicolás Caverio o Caveri, realizado entre 1505 y 1506; y el de Giovanni Matteo Contarini, de 1506. En el plano de Caverio se observa la península de Yucatán, el Golfo de México y la Florida. Este mapa de Caverio sería de utilidad pues sirvió de modelo para el mapamundi elaborado por Martin Waldseemüller en 1507 (Waldseemüller, 2007: 20-22). Este último es de interés pues fue el que dio el nombre de “América” a las tierras descubiertas (Barber, 2006: 80). Este mapamundi tuvo tanta difusión en su época pues se calcula que tuvo un millar de impresiones; además fue de mucha utilidad para el conocimiento y la percepción espacial de las nuevas tierras entre los cartógrafos y en la sociedad europea de su tiempo. El estilo del mapamundi de Waldseemüller estuvo vigente hasta la publicación de los mapas de Mercator y Ortelius (Crone, 2000: 122).

                  Durante el siglo XVI, debido a los descubrimientos de las nuevas tierras, los viajes de exploración, la circunvalación de la tierra, el conocimiento matemático en la medición y proyección de la tierra, y el avance de la ciencia, se dio una revolución significativa en la producción de los mapas. A esto habría que añadir las diferencias políticas entre los diversos reinos europeos por colonizar las nuevas tierras y los arreglos diplomáticos que se dieron entre la corona española y otros reinos, como fue el tratado de Cateau-Cambrésis en 1559, que buscó, entre otros asuntos políticos europeos, arreglar las diferencias entre España y Francia por las tierras exploradas hacia Luisiana y Florida.

                  Como resultado de estos acuerdos, se puede comprender otro de los mapas sobre las posesiones españolas en el nuevo continente, el mapa de Diego Gutiérrez de 1562 (Buisseret, 2004: 106-107). Diego Gutiérrez había sido nombrado cosmógrafo por la Casa de Contratación de Sevilla en 1554, cargo que tuvo hasta 1569. El mapa, grabado por Hieronymus Cook, fue elaborado debido a intereses políticos, por eso se explican algunas imprecisiones; por ejemplo, la Nueva Galicia la ubica en los actuales territorios de Texas. Para el cartógrafo es importante ubicar el Trópico de Cáncer, la Tierra Florida y el golfo de Nueva España (así denominado), espacios que ayudarían a delimitar la legitimidad de la corona española sobre las nuevas tierras. Para nuestro interés, el mapa señala el río de las Palmas y los territorios de grupos indígenas, como los “Chichimechi”, chichimecas.

                  Posiblemente estos intereses políticos que se observan en el mapa de Diego Gutiérrez, también se encuentren presentes en el de la Huasteca de Ortelius, pues sería una forma de marcar fronteras y de legitimar la posesión de estos territorios por la corona española ante los demás reinos europeos. El cosmógrafo real Juan López de Velasco en su obra llegó a señalar que hacia el norte de la Nueva España quedaban “los términos abiertos por la parte de Pánuco y provincias septentrionales, que no están pobladas ni bien descubiertas” (López de Velasco, 1894: 183). Se observa un interés de los cartógrafos españoles en señalar los límites de las posesiones españolas hacia estos rumbos, pues cuando López de Velasco escribe sobre Pánuco, nuevamente insiste que en los términos de esta provincia está sin explorar por el norte y el poniente.

                  Ahora bien, ¿cuáles pudieron ser las posibles fuentes del mapa de Ortelius sobre la Huasteca? A continuación señalo algunas de las fuentes que pudo haber utilizado el cartógrafo Abraham Ortelius en la elaboración de este mapa.

4. Las fuentes del mapa de Ortelius

El mapa de la Huasteca de Ortelius es un documento que se debe analizar bajo el contexto en que fue elaborado. Hemos visto que a partir de 1500 se inició la elaboración de mapas de las nuevas tierras descubiertas (Portuondo, 2013: 81-124). Entre este año y hasta mediados del siglo XVI, España, al igual que Portugal, buscaron controlar la información sobre las tierras que se descubrían así como los mapas que se diseñaban sobre estos nuevos territorios. En 1508, la corona española creó un departamento cosmográfico y geográfico dependiente de la Casa de Contratación de Sevilla, el cual tenía como objetivo cuidar la información geográfica y la elaboración de los mapas.

                  Sin embargo, a mediados del siglo XVI, con Carlos V y posteriormente con su hijo Felipe II quien le sucedió en la corona, esta política cambió, pues la Corona española, a través de la elaboración de mapas, legitimó ante los demás reinos europeos, su posesión de las tierras del nuevo continente. Además, ya para esta época, las otras coronas europeas, habían avanzado en viajes de exploración y descubrimiento de los territorios ubicados hacia el norte del continente.

                  La publicación de la obra de Abraham Ortelius, donde incluye los mapas de la Nueva España, Culiacán y la Huasteca (edición consultada de 1591), rompe con esta tradición de ocultar la información por parte de la corona española. La primera edición del Theatrum Orbis Terrarum corresponde a 1570; en 1575 Ortelius fue nombrado cosmógrafo real por Felipe II; la edición del plano de la Huasteca es de 1584 (Lara González, 2019: 70; Herrera, 2008: 31-32; Osorio Mateos, 2015: 62); la edición española del Theatrum es de 1588. En 1579 Ortelius elaboró un mapa de la Nueva España; en el lugar que le correspondería a la Huasteca, aparece la cartela donde anota el nombre y año de la elaboración del mapa; los lugares fronterizos son Querétaro y San Miguel y aparece el nombre de “Chichimicas”, lo cual nos recuerda el mapa de Diego Gutiérrez de 1562, pero también nos habla de un desconocimiento de los territorios de la Huasteca. Entre 1570 y 1598, año en que muere Ortelius, el Theatrum tuvo diversas ediciones y ampliaciones en varios idiomas; de 70 mapas que tuvo al inicio llegó a 167. Además, no hay que olvidar que varios de estos mapas, de regiones y reinos de Europa, fueron de otros autores y se incluyeron en este atlas.

En la edición española de 1588 de Nueva España sólo aparecen los mapas de la Nueva España y de la provincia Culiacana. En la edición de 1591 aparecen, además de los dos anteriores, el de la Huasteca. No hay que olvidar que la producción de estos mapas, en este caso el de la Huasteca, reunió en el taller del cosmógrafo a una serie de gente especializada en cada campo que se requería para su elaboración. Para realizar estos mapas, sobre todo el de nuestro interés, Abraham Ortelius tuvo acceso a información proporcionada por la Corona. Desconocemos realmente cuál fue la información a la que tuvo acceso, pero podemos señalar algunas de ellas como posibles fuentes. Además de los informes, debió contar con gente que de alguna manera conoció el territorio, para poder proporcionarle nombre de los lugares de la Huasteca. Si se compara este mapa con los otros dos, Culiacán y Nueva España, sobresalen las diferencias. En el de la Huasteca se observa con más detalle el nombre de los lugares, los que eran de origen huasteco o tenek y los que tenían nombre castellano o de origen náhuatl; además, con ligeras fallas de ubicación, la mayoría están mejor colocados respecto al lugar que tuvieron o tienen aún.

                  Joaquín Meade quien trabajó este mapa en su obra sobre la Huasteca, es quien permite conocer las posibles fuentes (Meade, 1942: 279).

                  En primer lugar se encontrarían aquellos documentos generados por la Corona a partir de la dotación de encomiendas y de mercedes de tierras. La encomienda fue la institución creada por los españoles por medio de la cual se entregaban a los conquistadores una cantidad de asentamientos indígenas para que usufrutuaran el trabajo de los indígenas a cambio de su evangelización. La entrega de encomiendas en la Huasteca se llevó a cabo a partir de la llegada de Hernán Cortés a la región en 1522. Algunos pueblos huastecos se los entregó a sí mismo en encomienda y otros a su gente. Posteriormente, con Nuño de Guzmán en 1526 hubo cambios en los pueblos encomendados que había otorgado Cortés. Durante estos primeros años, entre 1522 y 1550, algunos pueblos encomendados, debido a los cambios normativos por la Corona sobre la dotación de encomiendas como los de 1536, pudieron ser heredados por los primeros encomenderos a sus familiares; otros pueblos habían pasado a ser encomiendas del rey y otros más, se desconoce la cantidad, habían desaparecido debido a las epidemias y a la explotación a la que se habían visto sujetos los pueblos de la región (Epistolario, 1940: vol. 16: 56-62). El conocimiento del número y toponimias de los pueblos encomendados es un primer paso para dar seguimiento durante este siglo XVI y XVII de dichos asentamientos, como bien lo hace Gerhard para las alcaldías de Santiago de los Valles y Pánuco (Gerhard, 1986: 218-224 y 363-367).

                  Desde inicios de la dominación colonial, las autoridades españolas llevaron a cabo visitas a los lugares bajo su administración para conocer la situación económica, demográfica y administrativa de los pueblos encomendados. Para la Huasteca se conocen varias visitas (Pérez Zevallos, 1998: 95-122 y Pérez Zevallos, 2010: 41-64)): las de Ramiro Núñez de Guzmán (1530); Gaspar Xuárez de Ávila (1550): la de Gómez Nieto realizada entre 1532 y 1533 (Pérez Zevallos, 2001: 31-37); una más corresponde a la de Diego Ramírez, realizada hacia mediados del siglo XVI, entre 1552 y 1554; y la de Agustín de las Casas hacia 1557 (Pérez Zevallos, 2010: 41-64). Es posible que hayan existido más visitas durante este siglo XVI, las cuales se hayan perdido.

                  A partir de la conquista y colonización, la iglesia secular estableció parroquias en la región, las cuales eran administradas por el obispado de la ciudad de México. Los franciscanos, a partir de 1550, establecieron varias misiones pertenecientes a la Custodia de San Salvador de Tampico, la cual estaba bajo la administración de la Provincia del Santo Evangelio. Los agustinos también construyeron conventos a partir de 1530, como en Xilitla y Huejutla (Relaciones geográficas, 1985: 243-254). Otra información importante se encuentra en estos documentos generados por las órdenes religiosas y el obispado, como informes y visitas eclesiásticas. En este caso, es importante el papel que llevó a cabo el obispo de México, Pedro Moya de Contreras. En 1576 informaba al rey que para mediados de 1577 llevaría a cabo la visita “a la provincia de Pánuco donde los naturales della no han visto prelado, (…) más ha de quince años por lo menos” (Epistolario, Vol. 12, p. 18). Sin embargo, esta visita no se llevó a cabo. En 1578 volvió a escribir al rey dando respuesta a una real cédula del 22 de abril de 1577, donde se le pide una relación con su parecer si era conveniente crear un obispado en la Huasteca. Esta relación fue enviada y en dicha carta señala que si las actividades de la Santa Cruzada no lo hubieran ocupado, “yo obiera acudido a lo que mis antecesores no pudieron, visitando aquella provincia como lo haré este año cumpliendo con mi obligación” (Epistolario, vol. 12, p. 50). Esta visita se realizó antes de 1579 (Poole, 2012: 92).

                  Por la exactitud del mapa en cuanto a los lugares, trazo de ríos y sierras, líneas costeras y algunas lagunas, podemos suponer que los que hicieron el mapa tuvieron conocimiento de los posibles informes que la administración real haya tenido. También es posible que se haya contado con la asesoría de gente que hubiera vivido o conocido la región. Si se comparan las toponimias y el trazado, entre los mapas de la Huasteca y el de Culiacán, se observa que en el de la Huasteca hay mayor precisión en los nombres de los lugares y su ubicación.

                  Hacia 1569, el arzobispo de México solicitó a los párrocos información de los pueblos bajo su administración. Entre este año de 1569 y 1570, se enviaron las descripciones de los pueblos del arzobispado en las cuales se informaba si los lugares eran administrados por el clero secular o por frailes de las órdenes religiosas, el número de pueblos sujetos y a quien estaban encomendados (Papeles 1905: vol. 1 y 2). Estas descripciones, de acuerdo con los lugares que mencionan y por los años en que se llevaron a cabo, es el documento más factible que se empleó para realizar el mapa. Entre las descripciones que se encuentran, las de Xilitla, Coxcatlán, Tempoal, Santiago de los Valles, Pánuco y Tampico, son las que más nos interesan. Xilitla contaba con nueve pueblos o estancias; Coxcatlán con 12 pueblos; algunos de ellos también tenían pueblos sujetos, como Topla, con tres; Tempoal, con ocho. El informe de Santiago de los Valles fue dado el 24 de diciembre de 1569 por el clérigo Luis Olid de Biedma; contaba con más de 30 pueblos y el de Oxitipa tenía más de diez pueblos sujetos. En este informe se encuentra un pueblo ubicado al poniente de Santiago de los Valles, Tanchaycha (que en el mapa de Ortelius correspondería a Tancaca), el cual fue descrito como un lugar “cercado de indios bárbaros y de grandes ríos que no se pueden pasar sino con balsas” (Papeles, 1905: 155, vol. 3); era visitado pocas veces pues existían grandes riesgos. Pánuco contaba con dieciocho pueblos y otros ocho más que habían pertenecido a los franciscanos, pero que a la muerte de fray Andrés de Olmos, fundador de la custodia franciscana de Tampico, habían sido abandonados y eran visitados por el clérigo. Tampico contaba también con varios pueblos bajo su administración, de acuerdo al informe entregado por Joan Franco el Viejo el 16 de noviembre de 1570.

                  Cabe la posibilidad que estas descripciones enviadas por el arzobispado de México se hayan empleado para la elaboración del mapa. La descripción de la orientación y la distancia que había entre las sedes de los clérigos y los pueblos bajo su administración, permitió una mejor ubicación de los sitios en el mapa. No obstante, si se comparan los toponímicos de las descripciones con el mapa, se encontrará que varios lugares no están representados en el mapa. Un ejemplo sería Xilitla, que pertenecía a la Huasteca y a la alcaldía de Santiago de los Valles y aparece en el informe eclesiástico, pero no aparece en el mapa. Es posible que debido a tantos nombres de lugares, el espacio del mapa fuese insuficiente; es interesante observar que varios lugares ubicados al sur de la región y que pertenecían a ella, no estén registrados en el mapa. Hubo más interés en señalar lugares localizados hacia el norte, donde se marcaba la frontera. También resulta destacable que aparezcan lugares en el mapa como Tanchipa y Tamaolipa, que de acuerdo al informe entregado por el clérigo de Pánuco, eran pueblos fronterizos con los chichimecas y habían sido administrados por los franciscanos, y que para ese año del informe, 1570, los franciscanos los habían abandonado pero seguían siendo pueblos encomendados (Papeles, 1905: 162, vol. 3).

                  También hubo lugares que no se pudieron anotar y se colocaron números para señalar su ubicación, como Tamposoque y Tancotoyu, señalados en el mapa al oriente de Santiago de los Valles y a poca distancia. En otros casos se registró el signo correspondiente a su ubicación en el mapa pero no se anotó el nombre en el lugar que le correspondía, como se observa en la imagen entre Tancoyol y Taxitlan; es decir, está el signo pero no el nombre. Es posible que este informe eclesiástico haya sido fundamental para la hechura del mapa, pues los reportes de las visitas fueron elaborados años atrás y, a partir de mediados del siglo, se llevaron a cabo diversas congregaciones de pueblos, pues las epidemias y la explotación de los indígenas, entre otras causas, habían generado despoblamiento en varios de los pueblos (Gerhard, 1977: 347-395; Gerhard, 1986: 218-224 y 363-367). Estos informes de 1569 y 1570 son uno de los documentos de origen eclesiástico que se conoce. Otros documentos son los correspondientes a los informes o descripciones geográficas elaboradas por los cosmógrafos reales o los informes de las autoridades administrativas de las alcaldías correspondientes.

                  El interés de la monarquía española por las nuevas tierras y el conocimiento científico que estos descubrimientos despertaban, entre otras razones, generó la creación de uno de los cargos más significativos para cumplir con estas tareas administrativas y científicas, como lo fue el del cosmógrafo real. Entre estos sobresalen Alonso de Santa Cruz y Juan López de Velasco, quienes usaron la “máquina burocrática del imperio para recopilar los datos sobre el Nuevo Mundo que necesitasen” (Portuondo, 2013: 82). Alonso de Santa Cruz llevó a cabo un trabajo que daría como resultado después de su muerte, y por el uso que de su documentación dio el Consejo de Indias, las Ordenanzas del Consejo de Indias y las Instrucciones para hacer las descripciones (Portuondo, 2013: 140).

                  Entre estos documentos generados por los cosmógrafos reales previos al mapa está la obra del cosmógrafo real Juan López de Velasco, a quien se le dio la tarea de llevar a cabo este trabajo el cual fue presentado en 1574 (López de Velasco, 1894: V-XII). Juan López de Velasco, para llevar a cabo esta misión encomendada por Felipe II, solicitó los informes correspondientes y la elaboración de los mapas de algunos lugares, lo que dio como resultado la remisión de las relaciones geográficas de la Nueva España del siglo XVI acompañadas por mapas (Buisseret, 2004: 107). La publicación de la obra de López de Velasco también produjo una serie de mapas regionales. Además de lo anterior, en 1573 Felipe II había dado las Ordenanzas para el descubrimiento y población de nuevos territorios. Entre las indicaciones que se mencionan, hay dos que me interesan destacar; la primera se debe a que los descubridores o exploradores de nuevos territorios deberían nombrar en “cada provincia por sí a los montes y ríos más principales que en ellas hubiere”; la segunda era realizar una memoria día por día de “todo lo que vieren y hallaren y les aconteciere en las tierras que descubrieren todo lo vayan asentando”. Estas informaciones o diarios serían los que en su momento dado auxiliarían a la elaboración de mapas de las tierras recién descubiertas (Altamira y Crevea, 1950: 220, 224).

                  Hay que ubicar la elaboración del mapa de Abraham Ortelius en una política más ambiciosa desde la administración del monarca ibérico. El control de los espacios y de los territorios conquistados ante los reinos europeos era necesario y urgente. En un siglo XVI tan cambiante para el occidente europeo en la vida política, religiosa, social, económica y cultural, el conocimiento geográfico era piedra angular de la administración española. ¿Qué territorios eran dominados por la corona española? ¿Qué otros se podían conquistar y colonizar? ¿Cómo justificar un dominio territorial donde no se ponía el Sol? Ante esta necesidad administrativa la elaboración del mapa y su publicación en una obra como el Theatrum legitimaba y legalizaba de cierta forma este dominio del territorio descubierto sobre las coronas europeas, pero a su vez presentaba a estos territorios desde una visión europea del trazado de los mapas, los incorporaba a estos diseños que aún prevalecen.

                  Por último, después de su llegada al trono español, Felipe II realizó una serie de medidas administrativas tanto en la península como en las posesiones españolas. Las efectuadas en los territorios americanos estaban encaminadas a un mejor control administrativo. Para tener una mejor administración del territorio, era necesario conocerlo.

5.- Contexto cartográfico del mapa de la Huasteca

Entre otros puntos, Harley señala que un mapa es una “manifestación concreta de una realidad geográfica dentro de los límites de las técnicas de la topografía, de la habilidad del cartógrafo y del código de signos convencionales” (Harley, 2005: 60). En este sentido, el mapa de Abraham Ortelius es la “manifestación concreta” del conocimiento geográfico que sobre la región denominada Huasteca se tenía para finales del siglo XVI; también es resultado de los avances que se tenían de la cartografía y del uso de signos convencionales que los cartógrafos usaban para señalar accidentes físicos y asentamientos de acuerdo a un orden.

Además de lo anterior, como lo he dicho, el diseño de este mapa responde a los intereses de la Corona sobre este territorio. Para finales del siglo XVI, estas tierras son la frontera del noreste de la Nueva España que la corona española podía legitimar como propias ante los demás reinos europeos. Hacia el norte de la Huasteca, había territorios desconocidos y aún no explorados. Más hacia el norte del continente, los ingleses estaban explorando con el objetivo de ocupar los territorios recién descubiertos.

                  El mapa de la Huasteca de Ortelius hay que ubicarlo bajo los contextos que señala Harley: el del cartógrafo, el de otros mapas y el social. Aquí me interesa tomar el del cartógrafo. El Theatrum si bien es cierto tiene como autor a Abraham Ortelius, es el resultado de un trabajo de equipo o de taller bajo la responsabilidad de un cartógrafo. En el proceso de edición participó gente con diversas funciones; hubo los que se dedicaron a compilar la información existente; los que llevaron a cabo el dibujo bajo los conocimientos que se tenían; después de realizar este trabajo de dibujo del mapa, estaba el grabador; el impresor de cada uno de los dibujos y quien coloreaba los mapas. Por último, el trabajo del editor para concluir con una obra impresa como las que se conocen en sus diversas ediciones. A esto habría que añadir posteriormente la promoción y venta de la obra impresa a partir de las prácticas comerciales de la época. Es decir, una obra como el Theatrum tenía un autor responsable pero en la realidad era una multiplicidad de autores. Tampoco hay que olvidar que esta obra reproducía mapas de otros reinos y regiones de Europa elaborados por otros cartógrafos y rediseñados por Ortelius.

                  En cuanto al conocimiento geográfico y el establecimiento de ciertos signos para este periodo, los cuales tuvieron una revolución con el descubrimiento de América y la circunvalación de la Tierra por Magallanes y Elcano, se hallan las líneas aceptadas para manejar la latitud. En el mapa se observa la marcación de los 22, 23 y 24 grados de latitud, pero no se marca el Trópico de Cáncer. Sin embargo, cuando se revisa otro de los mapas que aparecen en la obra, el de “Culiacanae” (Culiacán), si aparece marcado un trópico, pero es el de Capricornio.

                  La marcación de la longitud está hecha a partir del meridiano que cruza Toledo; durante siglos la marcación de los meridianos se tomaba con base en la ubicación de algunas ciudades, regularmente las capitales a las que pertenecían los territorios. Sería hasta finales del siglo XIX (1884) que se tomaría el meridiano de Greenwich como meridiano cero (Sobel, 2006: 164). Juan López de Velasco, por ejemplo, señala que la Nueva España estaba entre los 96 y 108 grados de longitud del meridiano de Toledo (López de Velasco, 1894: 182); la Huasteca entre los 101 y 104 grados según Ortelius. Toledo, como capital de los reinos de Carlos V, primero, y de Felipe el Hermoso antes de cambiarla a Madrid, era el origen de la medición.

                  Si bien podría señalarse que el mapa era una manera de legalizar y legitimar la propiedad española sobre estos territorios, también es cierto que este mapa es útil para la administración española para sí y para los habitantes de la Huasteca. Por medio de este mapa, la Corona hace saber a su administración y al mundo de su época, y para la posteridad, lo que en el siglo XVI las autoridades españolas denominaron como Huasteca. La Huasteca hacia el norte estaba limitada por el río de las Palmas (hoy Soto la Marina); por el occidente hacia las estribaciones de la actual sierra Madre Oriental que están hacia lo que hoy denominamos Zona Media de San Luis Potosí, aproximadamente en el paralelo 104 a partir de Toledo y 99º 30´ del actual; por el sur hacia el paralelo 22º; por el oriente, el Golfo de México. Por el poniente hay que señalar algunos lugares del mapa. Tammapul corresponde al actual Tula, Tamaulipas; el cual en 1617 se fundó como misión franciscana con el nombre de San Antonio de Tula; Tanzale, Joaquín Meade lo reconoce como Tecuanal, rancho cerca de Barbarita, al nororiente de la actual Ciudad del Maíz; Tanchuche Meade lo ubica como rancho al sureste del actual Tampasquín; de Tancacaya y Tanzaca no se conocen su ubicación o su relación con nombres actuales (pero se ubicarían hacia el lado de Tamasopo y Tambaca); Tampasquin era encomienda en 1550 y a partir del siglo XVII fue misión franciscana; Tanlocon es posiblemente Tanlacut, encomienda en 1550 y misión franciscana a partir del siglo XVII como San Pedro y San Pablo de Tanlacut; por último, Tancoyol, en el actual estado de Querétaro, que también fue pueblo de encomienda y posteriormente misión franciscana.

                  Hacia el norte el límite era el río de Las Palmas, el cual a veces la corona española lo ponía como límite entre estos territorios y los nuevos que se estaban explorando en los actuales de Texas y Lousiana, con rumbo hacia la Florida. Tanxipa y Tamaolipa eran los lugares más septentrionales de la Huasteca.; tampoco hay que olvidar la insistencia de López de Velasco en señalar que hacia el norte del Pánuco los territorios no estaban explorados.

                  En el mapa también se observan los signos convencionales para marcar ríos, lagunas y sierras. En cuanto a los ríos está representado el actual río Pánuco, Tampaón y su continuación de éste hacia el poniente, lo que hoy sería el río Santa María. También se observa el actual río Valles, distinguible por la ubicación de Santiago de los Valles. Al norte está marcado el Guayalejo y varios afluentes y el de las Palmas como límite de la Huasteca. López de Velasco escribió que entre el río de Las Palmas (Soto la Marina) y el Pánuco se encontraban los ríos de Montaña, Siba y Hermoso; este último se encontraba cuatro o cinco leguas al norte del río Pánuco (López de Velasco, 1894: 180-182). Donde hay problemas es en cuanto a la ubicación del río Moctezuma, pues se observa un río cortado por el límite del mapa, pero podría ser el Coy, aunque su trazado tampoco concuerda. Esta irregularidad del trazado de los ríos es posible que se deba a la información que se reunió para hacer el mapa o a la dificultad para conocer con mayor precisión la continuidad y relación entre los ríos. Una laguna que se encuentra en el mapa es hacia el norponiente, cerca de Tammapul, la cual corresponde a la que se ubica al este del actual Tula, Tamaulipas; lugar donde también existen actualmente ruinas arqueológicas. En cuanto a la orografía, se encuentra ubicada la sierra del Abra de Tanchipa, la sierra Madre Oriental y el Bernal de Horcasitas. Estos símbolos de ríos y montañas demuestran un conocimiento de la hidrografía y la orografía de la región.

                  No obstante, como menciona Harley, hay que observar lo que no está. A pesar de que se conoce que la Huasteca era un territorio con vegetación, esta característica geográfica no está representada. El único recurso natural de interés para la Corona que está señalado en el mapa son las salinas, como las ubicadas en la costa y las del interior, en la laguna cerca de Tammapul.

                  En el mapa están señalados alrededor de 125 pueblos. Si se comparan con el número de pueblos que presenta Joaquín Meade, hay una gran diferencia, pues Meade presenta un listado de aproximadamente 200 pueblos; si se compara con el informe del obispado de México de 1570 también hay diferencias (Papeles, 1905: 136-137, vol. 3). Se pueden mencionar algunas de las posibles causas de estas diferencias. La primera de ellas sería el trabajo exhaustivo de Joaquín Meade tanto en archivos como en el campo para ubicar esta diversidad de pueblos. Otra razón es la desaparición de pueblos durante la segunda mitad del siglo XVI, lo que dio origen a la congregación de pueblos en la Huasteca como lo menciona Gerhard. Durante esta segunda mitad del siglo XVI hay que observar también los cambios en los pueblos encomendados, pues debido a estas congregaciones, algunos cambiaron de ser pueblos encomendados a civiles a pueblos encomendados al rey. No obstante, este mapa es un signo de la colonización lograda por los españoles en la Huasteca. Es como una fotografía espacial.

                  Para este periodo en que se elaboró el mapa, el territorio que la corona denominaba Huasteca estaba dividido en dos jurisdicciones conocidas como alcaldías, las de Pánuco (1526) y Santiago de los Valles (1569). Cabe aclarar que en el mapa no aparece otra de las alcaldías que se toman como parte de la Huasteca, la de Huejutla, pero si aparece un pueblo que formó parte de esta alcaldía, Nexpa. Las cabeceras de ambas alcaldías, Pánuco y Valles, están señaladas con un signo parecido a una construcción religiosa de cierta jerarquía, mientras que los pueblos están representados por dos tipos de signos parecidos a templos. Para esta época en que se hizo el informe, se mencionó que en “la dicha villa (Pánuco) ay vna iglesia buena, y lo mesmo en cada vno de los dichos pueblos tienen su iglesia conforme a la gente que ay en el” (Papeles, 1905: 161, vol. 3); esta aseveración del informe aplicaba para Pánuco, Santiago de los Valles y Tampico, pero la mayoría de los pueblos indígenas no contaban con iglesias bien construidas, de cal y canto. Sin embargo, el autor del mapa usó estos signos para marcar las jerarquías que se reconocían ante las autoridades civiles. También cabe la posibilidad de que si usó el informe eclesiástico del obispado de México, se haya elegido el signo que significaba un templo.

                  En el mapa están representados dos tipos de asentamientos que responden a un interés de la corona por su administración civil: las cabeceras de las alcaldías y los pueblos, pero no hay signos que representen a la administración religiosa. Para la época, existían varios asentamientos que eran misiones franciscanas de la provincia del Santo Evangelio, misiones agustinas y curatos del obispado de México. Estos “silencios” en la cartografía se pueden interpretar como un interés de la Corona en sólo presentar la administración civil, pero también puede ser que se deba a la complejidad de colocar diversidad de signos para distinguir cada asentamiento, cuando el objetivo pudo ser marcar fronteras de la provincia y ocupación del territorio.

                  En varios de los mapas elaborados por los europeos sobre las nuevas tierras, se caracterizan por el uso de nombres nativos para denominar a los lugares; en otros casos se llegó a usar palabras en latín, que no dejaba de ser un idioma más universal para los europeos. En este caso, el mapa de la Huasteca registra pocos nombres en español, como Santiago de los Valles o Las Layas (Lajas). Lo que es común es el uso de los nombres que los indígenas pudieron haber usado para sus asentamientos, pero anotándolos como los escuchaban los españoles, castellanizándolos.

                  Como atlas, la obra contaba además con textos o fichas descriptivas que acompañaban a los mapas. El de la Huasteca dice lo siguiente:

Gvuastecan.

Est hxc Americae Septentrionalis regio, & Noux Hifpanix pars. Incolx huius funt paupetes. Circa maris littus, & fluminum ripas, ex pifcationibus vt plurimun viuunt, interius autem ex femine, mays dicto. Gens eft alias fatis humana. Hifpani in eam duas colonias duxete. Alteram qux Panuco dicitur, a flumine prxtercunte: alteram S. Iacobi a Vallibus. Haud procul a Panuco, iuxta Tamatao opidum, mons vifitur, in quo duo fontes, quórum alter picem nigerrimam effundit, alter rubeam, fed val de feruentem.

Una traducción libre sería la siguiente:

La Huasteca está entre la región del Septentrión de América y el reino de la Nueva España, cerca de la orilla del mar. En sus ríos, riberas y salidas de las pesquerías, crece en su mayor parte unos tallos, y a la semilla de su interior, le dicen maíz. También lo habitan otras razas. Existen dos colonias españolas, una la ciudad que se llama Pánuco, que va desde el paso del río; la otra San Jacobo (Santiago) de los Valles. No lejos del Pánuco, se encuentra el pueblo de Tamatao, que es visita, en donde hay dos manantiales, uno de los cuales tiene una tonalidad muy negra, y el otro un rojo muy intenso y oscuro.1

Es interesante la referencia de los “manantiales” de Tamatao, lo que significa que se refiere al petróleo. Tamatao era el nombre con el que se conoció al actual Ébano, San Luis Potosí; en 1550 fue encomienda de Juan Muñoz de Zayas; tenía 93 indios; estaba a cinco leguas de Pánuco; era tierra llana y con algunos montes. Al hacer referencia a la existencia de estos “manantiales”, confirma que hubo gente conocedora del territorio que le ayudó en la elaboración del mapa al darle información. También es interesante el uso del concepto opidum, que significa un lugar elevado, con defensas naturales y reforzadas por la intervención humana, lo cual da a conocer la existencia de asentamientos de los indígenas de la región.

6.- Conclusiones

Para la elaboración de los mapas de los nuevos territorios, jugaron un papel fundamental los cosmógrafos reales. Como bien dice Portuondo, para estos cosmógrafos “conocer no era satisfacer su curiosidad personal, sino organizar y presentar la información sobre los nuevos descubrimientos de modo que sirviese […] al imperio y tuviese resultados prácticos” (Portuondo, 2013, 80). En ese sentido, el mapa de la Huasteca de Abraham Ortelius cumple con esa función señalada por Portuondo.

                  Además de lo anterior, este mapa de la Huasteca es de sumo interés por varias razones. Primera, es un documento que expresa el avance por parte de autoridades y cartógrafos del conocimiento de los nuevos territorios que se conquistaron y colonizaron durante el siglo XVI. Elaborar este mapa significó legitimar y legalizar la apropiación de estos territorios que se ubicaban en la frontera del avance europeo sobre las nuevas tierras frente a las otras monarquías europeas. Es una forma de ver y de apropiarse de un territorio a partir de un documento gráfico para el monarca, pero también para las autoridades administrativas del territorio.

                  Elaborar este mapa de un territorio que no era conocido por el cartógrafo pero con bastante precisión en cuanto a sus coordenadas pero sobre todo con los nombres de los lugares en él ubicados, nos habla del conocimiento y uso de diversas fuentes documentales resguardas por la administración monárquica, como lo pudieron ser informes por parte de las autoridades civiles y las de origen eclesiástico; o bien, por las noticias proporcionadas por gente que haya conocido el lugar y que apoyaron al cartógrafo Abraham Ortelius. En este sentido sobresalen los datos de lo que hoy conocemos como petróleo y que en la ficha de la Huasteca se denominan manantiales de tonalidades negras en Tamatao, hoy Ébano, San Luis Potosí, lugar donde se explotó por primera vez el petróleo en México.

                  Un punto más es lo que la administración española denominó como Huasteca. De acuerdo al mapa, la Huasteca comprendía las antiguas alcaldías de Santiago de los Valles y Pánuco. En este sentido es interesante señalar que el uso de este nombre para designar a esta región de México, es algo que en general se ha conservado, pero también discutido. Para la historia de San Luis Potosí, es uno de los primeros mapas donde están representadas varias localidades que hoy forman parte del territorio potosino.

1 Agradezco al historiador Óscar G. Chávez el apoyo en la traducción del latín.

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[Este texto se publicó en la edición 63 de La Corriente, octubre del 2022]

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