La caída del II Imperio es un hecho cardinal en la historia de México, se reafirma la independencia del país frente al invasor francés en el sitio de Querétaro en 1867, en el que participó José Cosme Damián Carmona Ortiz, un joven y humilde vendedor de loza, nacido en San Miguel de Mezquitic y de sangre tlaxcalteca, alistado posiblemente en el ejército liberal desde la batalla de Puebla. 

Recién se publicó un libro sobre la biografía de Damián Carmona, escrita por tres de sus paisanos que arroja luces sobre esas partes difusas de su vida, su origen mismo, su paso por la milicia y el disfrute fugaz de la gloria y bienes que obtuvo al convertirse en héroe de la refriega final del 27 de abril de ese año, cuando al caerle cerca una granada enemiga que destruyó su arma y al salir ileso, le pidió a su superior: “Cabo de cuarto, estoy desarmado, denme otro fusil”. 

Por esta actitud valerosa de cumplir con su guardia en esa difícil circunstancia, corrió la voz de su entereza y los gobiernos de Querétaro y San Luis Potosí le rindieron homenaje, fue ascendido a sargento primero y recibió obsequios de familias potosinas, “una corona de laurel adornada con monedas de oro” y una casa con huerta, y murió dos años después como un hombre pobre y olvidado.

Otra biografía que se va bruñendo, es la del capitán y justicia mayor Gabriel Ortiz de Fuenmayor por la constancia del historiador Charles Foin y su afanosa consulta del Archivo General de Indias de Sevilla; analiza y enmienda los textos de Meade y Powell, y desmonta las “novelescas lucubraciones” de Octaviano y Matilde Cabrera Ypiña sobre el capitán vasco, “minero y apaciguador de nómadas” en la Gran Chichimeca.

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