Saúl Iván Hernández Juárez

Masculinidad y revolución

En el México de la posrevolución, el común denominador que provocaba el constante ambiente de inestabilidad política fueron los golpes de Estado, generalmente incitados por el asesinato de quien estaba al mando del país, desde el magnicidio de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza hasta el general Álvaro Obregón. Con el gobierno de Plutarco Elías Calles fue que el país tuvo cierta estabilidad social, pues el presidencialismo se comenzaba a gestar en las instituciones. No obstante, matarse entre hombres y, sobre todo, entre hombres de Estado, era una práctica común de la masculinidad hegemónica de la época.

De los perpetradores, generalmente eran considerados bajo dos adjetivos, valientes o traidores. Pero, ¿qué pasaba cuando el asesinato de una personalidad política posrevolucionaria era cometido por una mujer? ¿Cuáles eran las consideraciones editoriales que la prensa escrita construía sobre ellas? ¿Cómo fueron representadas? ¿A qué construcciones de género obedecían?

En ese tenor, el 19 de diciembre de 1929, Acción, principal medio impreso de la capital potosina, informó sobre el asesinato del diputado Timoteo B. Guerrero que había tenido lugar en la ciudad de Cerritos, San Luis Potosí. Para la sorpresa de los lectores, la información señalaba que el político había perdido la vida a manos de una mujer, la entonces desconocida Sara Velarde. Gran conmoción causó el homicidio, pues un general y político de alto rango había sido asesinado por una mujer.

De forma general este breve artículo ofrece las principales consideraciones editoriales que se hicieron sobre Sara Velarde, el asesinato de Guerrero puede ser considerado como una transgresión a la masculinidad hegemónica posrevolucionaria, pero sobre todo trastocó la construcción de lo que significaba ser mujer en la época y lo que se esperaba de ellas.

Una mujer asesina: reflexión inicial

En Mi historia de las mujeres, Michelle Perrot ha señalado que ellas pocas veces dejan huellas directas, escritas o materiales en la historia, y que cuando dejan algún indicio de su presencia en el relato histórico, su “acceso a la gloria” o simplemente para poder existir, tuvieron que ser de dos formas, piadosas o escandalosas. 

Además, para rastrear las huellas de las mujeres de las primeras décadas del siglo XX, necesariamente tenemos que recurrir a los discursos masculinos. En ese sentido, el trabajo en la hemerografía histórica en la capital potosina me dejó ver el caso de Sara Velarde, una mujer que en diciembre de 1929 asesinó a un connotado político revolucionario, pero que en la prensa fue representada bajo el discurso de la visión masculina, aquella que dotaba a las mujeres de valores que en la época se consideraban negativos, tales como el caos, la pasión, la histeria y la violencia. La prensa potosina siguió la tendencia que predominaba en la Ciudad de México sobre la redacción de la nota roja o nota policíaca, pues como apunta Martha Santillán, se construían discursos y se representaban a las mujeres que delinquían como “la mala mujer”: “la erotizada, lujuriosa, incapaz de amar, no maternal y revestida de corrupción moral, vicios y delincuencia”.

Asesinato de Timoteo B. Guerrero

El 19 de diciembre de 1929 la capital potosina despertó con la noticia de que el diputado Timoteo B. Guerrero, el cual había pertenecido a la XXX y XXXI legislaturas del estado, había sido asesinado en un cuarto del Hotel Central en la ciudad de Cerritos, San Luis Potosí. Sobre el finado se decía que era uno de los más queridos colaboradores del general Saturnino Cedillo, quien al enterarse de la noticia viajó a dicho municipio a comprobar los hechos. El diputado asesinado era hermano de Rómulo Guerrero, quien era secretario general de Gobierno. También, el periódico Acción subrayó la conmoción política que había causado el asesinato: “Enorme consternación causó en círculos oficiales y políticos la tremenda infausta nueva […] inmediatamente sembró la consiguiente consternación, especialmente en círculos oficiales y políticos donde el desaparecido gozaba de estimación y cariño” (Acción, 19 de diciembre de 1929).

[El texto completo en la edición impresa 75, enero 2024]

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