En los últimos años se ha deshonrado de distintas formas a nuestro patrono San Luis Rey de Francia (1214-1270), considerado el hombre más devoto, virtuoso y caritativo de su época, bastión del cristianismo y mando de la última cruzada, admirado por el masón Voltaire por sus cualidades humanas que lo elevaron a los cielos de la santidad.

Desde las altas esferas del poder y la academia potosina se consintió, con una ligereza pasmosa, la destrucción del histórico Cerro de San Pedro —ese Potosí que nos dio origen y fama universal por su plata y oro en abundancia— y sobre el que se alzaba San Luis Rey de Francia en el Escudo de Armas de San Luis Potosí, otorgado con el Título de Ciudad por el virrey Francisco Fernández de la Cueva en 1656 y confirmado por el Rey Felipe IV dos años después.

El blasón ya no corresponde a la ordenanza real, el cerro fue dinamitado a cambio de unas cuentas de vidrio de una empresa canadiense para extraer los remanentes de la riqueza mineral con la indeseable técnica del tajo a cielo abierto, con su fórmula de explosivos, cianuro y grandes cantidades de agua. Este es un tema habitual en las mañaneras presidenciales como una lección del avasallamiento del capital extranjero de las leyes mexicanas y los derechos de la colectividad con la cooperación del gobierno y las élites domésticas; el puñado de activistas que se organizó en contra de la Minera San Xavier dio la batalla en la calle y los tribunales, la mayoría de la prensa los criminalizó y el gobierno los persiguió.

La minera canadiense se anunció con desgracias: el alcalde que se negaba a darle los permisos de operación se “suicidó” de manera atípica de acuerdo con la versión oficial, en realidad fue ejecutado de un balazo en la cabeza y hubo un montaje para colocarlo ya muerto en el asiento del conductor en su camioneta en un paraje solitario; el robo del óleo de San Nicolás del siglo XVII de la parroquia de San Pedro Apóstol, la cizaña que sembró la empresa para dividir a los pobladores con bagatelas, su acción corruptora con las autoridades, las presiones y chantajes del gobernador Marcelo De los Santos y el presidente Vicente Fox a favor de la inversión canadiense con el amago de que podría haber demandas de la empresa y se podría cancelar la generación de empleos y la mejoría de las condiciones de vida de los pobladores.

En el debate público se impuso la idea de que Cerro de San Pedro no era más que un pueblo fantasma sin valor histórico que preservar y se procedió a destruirlo con la complacencia del INAH (que guardó silencio sobre un sitio prehispánico de lítica que fue detectado por sus arqueólogos y después fue arrasado por los bulldozers de la Minera San Xavier); y el costo ambiental fue lo de menos, la claudicación de la sociedad civil y la intelectualidad fue casi unánime, fue una indiferencia muy costosa en muchos sentidos y que modificó esa percepción idealizada del pueblo potosino de armas tomar y defensor del terruño ante amenazas externas que se ha construido en los libros de la historia local.

La minera no termina de irse y no remedia su tiradero tóxico, la hecatombe ambiental se debe demostrar con estudios multidisciplinarios, el exterminio de especies de flora y fauna, si el uso del cianuro contaminó el suelo y los mantos freáticos como se afirma y otros daños que resulten, como a los inmuebles religiosos y civiles de alrededor por las vibraciones de tantos explosivos, y exigir una indemnización, es un decir, ante tribunales nacionales y extranjeros.

Ya se debe superar el derrotismo del juicio adverso de la demanda millonaria de Metalclad y su cementerio industrial en Guadalcázar durante el gobierno horacista, el panel internacional nos dio un trato de país bananero y no hubo una reacción digna de la autoridad estatal, solo colocó un Benito Juárez de metal poco visible en un cerro con un gesto de injuria dirigido hacia el Norte; vaya manera de encontrar un poco de alivio ante el abuso del invasor por incompetencia propia y demagogia.

Por la falta de justicia, los que defendieron el Cerro de San Pedro esbozaron una Comisión de la Verdad para determinar la responsabilidad —al menos en el plano moral— de los tres órdenes de gobierno, la UASLP (con las 100 condicionantes de la Agenda Ambiental que fueron pura pantalla) y el Colsan (con la excepción de algunos investigadores), los organismos empresariales y el alto clero por haber facilitado, de un modo u otro, que la MSX socavara nuestras raíces, símbolos identitarios y afectara el medioambiente del Valle de San Luis, todo quedó solo en buenos deseos, como la lección patriótica de las mañaneras que no trasciende el tono de la denuncia, la minera es poderosa y el gobierno de la 4T ha sido condescendiente como el estatal.

Con insidia han pagado los potosinos al manto protector de San Luis Rey, otro agravio a su persona fue el haberlo suplantado en una escultura, colocada en la plaza Los Fundadores, de San Fernando III, el unificador Rey de Castilla y León. El 25 de agosto del 2012 la alcaldesa priista Victoria Labastida, ya de salida y derrotada en su intento de convertirse en senadora, develó esta escultura de bronce para enaltecer a San Luis Rey en su día, obra del escultor Mario Luis Cuevas.

La política no fue bien asesorada y el artista no se documentó como era su deber, y entonces nadie, en apariencia, se dio cuenta de esta impostura hasta que una década después la denunció Luis López Palau, de la Sociedad de Estudio y Resguardo de Memorias Potosinas (SER): San Luis Rey debe sostener en su mano izquierda un cojín con la corona de espinas, pero tiene un orbe como corresponde a la iconografía de San Fernando III, patrono de Sevilla y primo de nuestro ninguneado San Luis Rey, vamos para atrás, no es un tema del que se debata y se vaya a retirar de la plaza la escultura apócrifa, ya antes una de cantera, obra de un humilde queretano que ganó un concurso convocado por un ayuntamiento panista, que no le hacía justicia a nuestro santo patrono fue reubicada en el jardín de la colonia que lleva su nombre.

La permanencia del falso San Luis Rey de Francia en esta plaza puede reforzar además otro error común que se generaliza, considerar al patrono como fundador de la ciudad y echar tierra a los nombres del capitán Miguel Caldera y del alcalde Juan de Oñate, la plaza dedicada a éstos sigue sin darles su lugar.

Este trato vil al patrono es parte del desdén al patrimonio histórico-cultural potosino que domina, ya no solo fue el pico y la pala del siglo XIX que tanto invocaba el sacerdote e historiador Montejano para fustigar a la reforma liberal por la demolición de inmuebles religiosos, aunque en el caso de Cerro de San Pedro se puso del lado del capital canadiense al restarle todo valor, de quien se esperaba un juicio acorde a su vasto conocimiento y prestigio como una autoridad en la materia dio su anuencia a la destrucción, el cerro era una simple figuración plasmada en el escudo de armas, lo vació de sus significados.

Es también el robo de documentos y libros antiguos de repositorios públicos, de esculturas civiles y religiosas, pinturas, bustos y placas conmemorativas en la capital y municipios.

No hace mucho que el busto de mármol del gobernador y ministro porfirista Blas Escontría, colocado en el jardín que tiene su apellido en la antigua Lagunita, entre mariachis, norteños, sexoservidoras, chichifos y teporochos, lo tumbaron del pedestal y se rompió según la prensa, debió ser un intento fallido de robo y quisieron culpar a los de más abajo.

La memoria potosina se desmorona y la policía no tiene ninguna pista de los ladrones que están al acecho para dar el siguiente golpe.

PD.- El miércoles 20 de marzo el ayuntamiento capitalino retiró la escultura del falso San Luis Rey de Francia para que el escultor Cuevas haga las correcciones pertinentes.

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