Esta guía turística es la vez un panegírico a Carlos Díez Gutiérrez, “nuestro paternal gobernante”, y fue pagado posiblemente con fondos del erario y por los comercios, hoteles, restaurantes y diversos profesionistas, cuyos nombres y domicilios fueron incluidos en la relación que hizo Rómulo O’Farrill de la capital potosina en el capítulo XIII de la Reseña histórica, estadística y comercial de México y sus estados. Directorio general de la República, en la forma más recreativa, descriptiva y útil. Excelente guía para hacer un viaje por todo el país, impresa en 1895 por Reina Regente, de J. de Elizalde y Cía.
El autor de esta guía turística, de origen irlandés (su descendencia tendría un papel relevante en el dominio de medios de comunicación y salas cinematográficas), llegó a San Luis Potosí por el Ferrocarril Nacional Mexicano procedente de Saltillo. Le dedica varias líneas a “la flor y nata de la aristocracia”, a punto del éxtasis celebra la belleza de las potosinas y se ocupó de la cultura: al poeta Manuel José Othón le da el tratamiento merecido de “un gigante, un sol del parnaso mexicano”, pero omite incluir al intelectual potosino más relevante de la época, el historiador Primo Feliciano Velázquez, miembro de la Academia de la Lengua, si se trataba de presumir a las glorias locales, él también era una de ellas; resulta obvio que evita mencionarlo por su nombre al referirse a la prensa potosina: “escritores de esclarecido talento, como los estimables redactores de El Estandarte [del que era director], El Correo de San Luis y otros”.
Don Primo tampoco aparece como abogado ni en el índice general al lado de Conrado Díaz Soto, Fortunato Nava, Juan N. Ruelas, Adalberto y Lamberto Vázquez y del propio Othón. Pareciera que Velázquez fue suprimido al cierre de la edición, ya sea por no haber pagado su inclusión en esta obra o por sugerencia del gobernador Díez Gutiérrez, con el que mantuvo una relación hostil por su trabajo periodístico de denuncia del abuso de poder y corrupción que distinguió al gobierno carlista. De cualquier modo, este documento que se transcribe íntegro, es una fuente valiosa sobre la situación económica, social y el ambiente cultural de la capital potosina a mediados de la última década del siglo XIX. (JP)
Capítulo XIII.- El Estado de S. Luis Potosí
El Sr. general Carlos Díez Gutiérrez. Progresos alcanzados en el Estado.
Revista comercial, industrial y científica de la ciudad
R. O’Farrill
San Luis Potosí se encuentra situado a los 22º 9′ 9″ de latitud Norte, y 1º 51′ 5″ de la longitud Oriental de México. El número de sus habitantes asciende a 69.000, y colocado sobre un extenso valle, ofrece al espectador la vista más agradable desde que se le conoce. Éste es uno de los Estados que pudiéramos llamar privilegiados, porque a su configuración hermosa, reúne muchas ventajas para la agricultura, que es una de sus principales riquezas. La minería se encuentra en su desarrollo, y aunque no podría compararse con Zacatecas, Guanajuato o Pachuca, tiene, sin embargo, multitud de minas de gran importancia en explotación, y se produce con abundancia el oro, la plata, cobre, azufre, plomo y carbón de piedra.
La industria empieza a tener gran desarrollo también, y por lo expuesto se comprenderá que el Estado que cuenta con estos tres elementos está llamado a la prosperidad. En efecto, San Luis Potosí es uno de los que más han progresado a la sombra de la paz, y tiene una expectativa maravillosa. Su comercio ha sido uno de los mejores de la República, y no obstante la decadencia actual del país, Potosí ha podido afrontar esas grandes vicisitudes, debido a la armonía que existe entre la sociedad netamente ilustrada y su probo gobernante.
En efecto, el Sr. general Carlos Díez Gutiérrez merece el cariño de los ilustres potosinos, como éstos dignos son también de tener al frente de sus destinos al caballeroso gobernante que nos ocupa. Entre el número de los partidarios legítimos del Porfirismo, es decir, de aquellos que verdaderamente no podían conformarse con el antiguo orden de ideas y de cosas, debemos contar al célebre republicano, al modesto ciudadano y liberal progresista, general Carlos Díez Gutiérrez. Diputado era a la Cámara de la Unión, cuando repercutió sonoro el eco de Tuxtepec; y sin medir las colosales fuerzas de sus adversarios, se lanzó a la lucha, organizó un crecido ejército, sosteniendo en incontables campañas la bandera que proclamara entonces el jefe de la revolución.
Su acendrado patriotismo y su amor a la libertad eran conocidos ya de los jefes de la República, porque el general Díez Gutiérrez había cambiado ya (en ocasiones difíciles para la patria) la pluma por la espada. Ante el peligro de perderla hubiera sacrificado todo. La brillantísima carrera que de abogado hizo, vino a coronar los esfuerzos de sus amados padres, a los que correspondió nuestro biografiado obteniendo una ilustración profunda. Hízose acreedor desde entonces a las más plausibles manifestaciones entre sus compañeros y conciudadanos, a quienes prodigara franca y leal protección. El triunfo de Tuxtepec, sus incontables servicios a tan progresista causa, vinieron a aumentar su popularidad, a tal grado que su candidatura para el Gobierno del Estado que lo vio nacer, cundió en cuantos círculos políticos caracterizados se habían reunido para deliberar. Unánime elección vino a colocarlo en el puesto que ocupa, y en él entonces, pudieron apreciarse sus grandes dotes diplomáticas, económicas, progresistas y administrativas, porque en breves instantes había convertido su Estado, en Estado próspero y feliz.
Razones de alta política hiciéronle venir a la capital a desempeñar el alto puesto de Ministro de Gobernación, y podemos decir, sin temor de equivocarnos, que sin abandonar las atenciones de su alto ministerio, colaborando con gran afán para el progreso general de la República, su país natal era objeto de grandes atenciones. Vuelto a llamar por los que con orgullo le titulan “nuestro paternal gobernante”, entonces realizó mejoras tan importantes como la del ferrocarril que une la ciudad de San Luis con las demás de la línea del Nacional Mexicano; entonces duplicó el número de escuelas que había; hermoseó la ciudad; atrajo por su prestigio innumerables empresas y sindicatos de millonarios, que actualmente sostienen a multitud de brazos; fomentó el comercio del Estado, abolió grandes gabelas y las artes y la industria han sido su contante desvelo. San Luis Potosí es actualmente el centro más importante del interior de la República y de más lisonjero porvenir. El Sr. general Díez Gutiérrez es de un carácter excesivamente franco, leal y sincero como pocos. Altamente hospitalario y generoso y sus finos modales dejan satisfecho a cualquiera.
Caritativo en demasía entre la gente del pueblo pobre, jamás oye una queja sin consolarla.
Para la patria ha sido un valiente guerrero defensor de su autonomía.
Para el progreso un ilustre colaborador.
Para su pueblo un gobernante modelo.
Para su familia un hijo ejemplar.
El Gobierno de San Luis Potosí se halla compuesto de lo más granado de aquella ilustre ciudad, y cuenta el Sr. Díez Gutiérrez con personas de esclarecido talento que colaboran en la tarea del engrandecimiento que ha emprendido. En efecto, su dignísimo Secretario General de Gobierno es digno del mayor encomio por su asiduidad y empeño. El honorable Tribunal Superior, y en lo general el personal de la Administración de Justicia, se compone de lo más esclarecido del foro, y en la Legislatura se hallan personas de notoria competencia, como lo son el Sr. Dr. Adalberto López Hermosa, y otros que a sus profundos conocimientos reúnen un acendrado patriotismo.
Sería interminable comentar una por una las mejoras realizadas por el Sr. general Díez Gutiérrez. El cruzamiento de los ferrocarriles Central Mexicano y Nacional Mexicano, la instalación de las líneas telegráficas y telefónicas en todos los Distritos, tranvías, etc., etc., se debe a él. La construcción del Gran Teatro, que indudablemente será el primero de la República Mexicana, todo esto y mucho más es debido al empeñoso celo del gobernante modelo que rige los destinos de aquel Estado. La ciudad de San Luis es una de las principales del interior. Su aspecto es parecido al de Guadalajara y Puebla. Su clima hermosísimo, casi templado. Su sociedad, netamente aristocrática, de morales costumbres, y posee en su seno un enjambre de mariposas, de capullos primaverales que son envidia de las mujeres de otros mundos. Para admirarlas, no hay más que concurrir a ciertos centros recreativos que existen, como la Plaza de Armas, la Plaza de la Compañía, la Alameda, que ostentan árboles lozanos y magníficos jardines. Es preciso solamente concurrir al suntuoso edificio de La Lonja, que celebra sus reuniones con suma sencillez y elegancia, gran animación y un orden admirable, y allí es donde se puede extasiar el espíritu contemplando la grandiosidad y belleza de las hijas de San Luis.
Entre los principales edificios figuran el Palacio del Gobierno, el Municipal, el Instituto Científico, que tiene dos grandes y bien dotados gabinetes de física, química e historia natural. El Teatro Alarcón, la Escuela de Artes, la Penitenciaría, la Casa de Moneda, el Mercado y el Obispado, que es una obra de arte. Sus principales templos son Catedral, San Agustín, El Carmen, San Francisco y El Santuario de Guadalupe, al fin de una hermosa calzada de fresnos y sabinos que convidan a pasear.
Hoteles principales y de más aceptación, El Progreso. En la 4.ª de Aldama núm. 2. Excelente restaurant.
Hotel de San Luis. Plaza principal; comidas a la carte.
Hotel San Carlos. 3.ª calle de Aldama.
Hotel San Fernando. 4.ª de Juárez 24.
La Sevillana, asistido por una estimable dama, allí se sirve al estilo español y hay alojamientos para familias, a precios sumamente cómodos.
Baños. Los mejores son los de Suárez, 6.ª de Rayón.
Baños Hidroterápicos: 2.ª de Fuentes, y los del Jordán, en el barrio de Tequisquiapam.
Después de conocer el lector los principales centros de recreo; después de admirar lo portentoso de sus templos, edificios y casas particulares, que las hay en demasía; después de informarse por los periódicos acreditados de la población, del movimiento grandioso de aquella angélica ciudad, preciso es que pase a los grandes almacenes comerciales que allí existen. Desde luego descuella entre otros, en la 3.ª de Hidalgo, la casa de los Sres. Michel y Jamne, Las Fábricas de Francia, donde se encuentra un constante y variado surtido de ropa, telas finísimas y artículos de fantasía, que importan directamente.
La Ciudad de Londres, muy semejante a la que existe en esta capital, se encuentra en la 2.ª de Hidalgo; es propiedad de los caballerosos Sres. Audifred y C.ª, quienes procuran constantemente renovar el surtido inmenso que poseen, trayendo siempre las altas novedades de Europa.
La Palestina es el nombre de la gran casa importadora de los estimables Sres. Muriedas y C.ª, situada en la 1.ª de Zaragoza. Basta ver el lujo de sus aparadores, para saber que son ellos la flor y nata de la brenca y la aristocracia, para suponer que son unos de los más perfectos del público consumidor.
El Moro se llama la más acreditada casa de abarrotes de D. Manrique de Lara, en la 3.ª de Hidalgo. Conservas de todas clases, licores de las mejores marcas, abarrotes y efectos del país, etc., etc.
La Norma, no menos que aquélla, goza de envidiable reputación. Ésta pertenece a los Sres. Lascos y C.ª, y su crédito lo han hecho consistir en la bondad de los artículos que se expenden al por mayor y menor, de abarrotes y efectos nacionales en la calle de Juárez. Su nombre es bastante conocido.
La Marina, casa con el nombre que lleva, tiene un gran surtido de ultramarinos; es especial en efectos de abarrotes, licores, cigarros, aguardientes, papel, etc., etc., y jamás el consumidor deja nada que apetecer y sale complacidísimo de la finura de sus acaudalados propietarios, los Sres. Cantolla y C.ª, en la calle de Morelos.
La Mexicana es la sombrerería de más reputación; allí se está siempre a la última moda y se reciben directamente sombreros de fantasía para señoritas y niños, sombreros para charro, y todo a precios sumamente cómodos.
Es por demás encarecer la mejor botica de la capital: la Botica del Mercado, propiedad del excelente químico y farmacéutico D. Rafael Rodríguez, que tiene prurito en despachar con exactitud los formularios más exigentes. Usa medicinas puras, de patente. Recibe un inmenso surtido de drogas y despacha con puntualidad y esmero cuanto se le encomienda.
Es el establecimiento más hermoso y más bien dotado de cuantos existen en esta capital. San Luis era justo que tuviese establecimientos de gran tono donde se consumieran pastas de lujo, pasteles, conservas, dulces finos, corrientes y licores de suprema calidad. Esta casa es la de los Sres. Gassier y C.ª, denominada El Fiel Pastor, donde se encuentra todo cuanto se quiere en el ramo de pastelería, cantina y dulcería.
La Parisiense se halla en la 1.ª del Cinco de Mayo. Pertenece al caballeroso propietario A. D’Argence y allí se reúne la crema de la sociedad a saborear los exquisitos licores, las bebidas compuestas, los sabrosos vol-au-vent, las pastas finas de dulce, pasteles, ostiones y otros mil mariscos frescos que recibe dos veces por semana. Se compromete a servir a domicilio, con ese chique que le distingue, cualquiera lunch de importancia.
Pero para qué fatigar al lector con tantas y tantas casas de comercio que hay. Como ciudad de importancia allí hay cuanto se apetece y quiere. En todos los Estados, cuya revista vengo haciendo al lector, me he ocupado de las prominencias en diferentes ramos, y no he olvidado la parte más esencial que es la científica, porque ésta es la que principalmente forma o da una idea, por mejor decir, del adelanto de un pueblo.
El lector comprenderá desde luego que vengo entresacando de tanto como existe, lo mejor. No es un directorio completo ni mucho menos. Pero quiero dar a conocer lo más notable, y Potosí en las letras, en las ciencias, como en las artes y la industria, ha tenido hijos de gran valer. Por ejemplo, en la literatura, ha producido un Othón, de quien han dicho, y con justicia: “Es el más rico y brillante de nuestros prosistas; en punto a ideas las derrocha, las prodiga, pues brotan de su pluma con pasmosa facilidad, siempre espontáneas y oportunas, siempre nuevas y deslumbradoras”. Y como poeta, yo diría que es un conjunto de armonías, un gigante, un sol del parnaso mexicano.
En el foro existen abogados de gran valimiento. El licenciado Emilio Ordaz, profundo en demasía. Los Lics. Conrado Díaz Soto, Adalberto Vázquez y Eduardo B. Adame, son predilectos y admirados justamente por su sabiduría. Los excelentes jurisconsultos Lamberto Vázquez, Fortunato Nava e Ignacio Barajas, son reconocidos como profundos criminalistas y célebres constitucionalistas en el Estado. Los prácticos, activos y profundos Lics. Manuel Ambriz Moctezuma, Ramón Ramos, Juan N. Ruelas y M. Olaseregui, son otros tantos justinianos de la ciencia moderna, que han alcanzado inmarcesible palma de inmortalidad. El Lic. Luciano R. García, expedito, diligente y competente en demasía por la profundidad de sus conocimientos.
He aquí un núcleo de ilustraciones y de notabilidades científicas que han cooperado al engrandecimiento de las letras. Pues así como en la abogacía, en la medicina también existen personas de reconocida aptitud, que desempeñan leal y fielmente el difícil y sagrado ministerio de la carrera. ¿Quién no conoce al clínico, que es una notabilidad en su género, el Sr. Dr. Everardo Molina, que vive en la 1.ª de Galeana núm. 9? ¿Y el profundo y sabio Dr. Alberto López Hermosa, que ha hecho operaciones y curaciones que maravillan? ¿No tienen para orgullo de Potosí un Dr. Gregorio Barroeta en la 1.ª de Bravo núm. 1, que por la docilidad de su carácter y por su buen ojo médico, como decimos los ignorantes de tan difícil ciencia, ocupa un lugar muy prominente? ¿No es verdad que el Dr. Federico Baquero, que vive en la 3.ª de Allende núm. 3, es admirado como gran fisiologista y ginecologista notable? Pues de igual reputación y fama que los enunciados, gozan los egregios y modestos doctores D. Ignacio Gama, que tiene su consultorio médico-quirúrgico en la 2.ª de Arista núm. 6, D. Ignacio Alvarado, en la 8.ª de Zaragoza núm. 1 y D. Luis Cordero, en la Calzada de Guadalupe núm. 1. Fatigar sería la atención de nuestros lectores con enumerar a muchos otros que han dado gran honra a la Escuela de Medicina de México y Potosí. Las letras en este importante Estado son el pan cotidiano de cierta clase social que rivaliza con las aventajadas del país. El Gobierno ha procurado difundir la instrucción en todas las esferas del saber humano y por esto es que tenemos naturalistas admirables, médicos, abogados, literatos, poetas, teólogos, oradores, e ingenieros de gran valía, contándose entre ellos a los Sres. Blas Escontría, 8.ª de Zaragoza 3; Luis G. Cuevas, 4.ª de Morelos 4; José M.ª Gómez del Campo, 8.ª de Morelos 3; y Manuel H. y Raso, en la 3.ª de Maltos, a quienes la sociedad potosina ha admirado y venerado con respeto.
Decimos en el principio de nuestra revista que la industria constituye, aunque naciente en el Estado, un poderoso elemento de vida. Que la industria florece cada día más, y que el Estado tiene benefactores poderosos, para quienes existe un Dios que los bendice y protege incesantemente. Como un ejemplo incontrovertible de lo que decimos, tenemos la gran fábrica de los Sres. Jorge Unna y C.ª, que es una maravilla del arte. No sabemos qué admirar más, si los talleres de tornería, los de tapicería, la doraduría en su esplendente manifestación; si el de ebanistería o cordonería. Hay tal lujo, esmero tal en la imitación Europea para la construcción de muebles de fantasía, adornos, mesas, ajuares completos para salas, recámaras y comedor, que cada visitante sale verdaderamente sorprendido de tanta magnificencia. Los caballerosos e infatigables trabajadores Unna y C.ª han dado a San Luis, con la instalación de su gran fábrica, un impulso poderosísimo a las artes y a las ciencias experimentales que con aquella se relacionan. Son los verdaderos apóstoles del trabajo. No hay ninguna necesidad ya de ocurrir al extranjero en demanda del atrezo para una casa por lujosa que ella se quiera. Los Sres. Unna y C.ª, en la Avenida del 5 de Mayo en México, y en San Luis en su hermosa fábrica, pueden decorar y amueblar la casa más lujosa del mundo, imitando con perfección toda clase de muebles.
Otra de las fábricas que no debe el lector de dejar de ver, cuando tenga la dicha de pasar por San Luis, es la del honorable caballero D. Antonio Delgado Rentería, llamada La Fama, nombre que justamente cuadra por la envidiable reputación que ha alcanzado en la elaboración de los puros y cigarros que con ese nombre expende al por mayor y menor, y que son, a no dudar, los mejores de su clase. Mucho hay que admirar en esa fábrica. El gran salón para la elaboración del cigarro, en el que sólo se emplean mujeres; contiene unas 800 personas de todas edades. Hay asimismo en la fábrica, los departamentos necesarios para el almacenaje de los tabacos, para el empaque, para cortar el papel para los cigarros con máquinas o cortadoras movidas por vapor, para despolvar y picar el tabaco, para la elaboración de los puros y hasta para la fabricación de los cajoncitos en que éstos se empacan, construidos con madera traída de Campeche. En todos ellos se nota el mismo aseo y orden, limpieza, etc., etc., y la manufactura que se emplea es de lo mejor. El crédito de La Fama lo constituyen sus hechos. “Probadme”, como ellos dicen, “y os convenceréis”. Felicitamos muy sinceramente a San Luis, por tener en su seno personas tan venerables como el Sr. Delgado Rentería, que tanto protegen a la clase más desvalida de la sociedad, la infeliz obrera.
Para terminar lo referente a esta preciosísima población, diremos que San Luis Potosí contiene hermosísimos lugares de recreo, círculos y casinos donde se asocia la flor y nata de la aristocracia, del talento y de la banca; asociaciones científicas y religiosas, ateneos literarios, clubs, prensa independiente, escritores de esclarecido talento, como los estimables redactores de El Estandarte, El Correo de San Luis y otros.
Bellísimas potosinas, entre las cuales podríamos citar a la princesita de la belleza como nombran a la angelical señorita Sofía Villaseñor, a la honorable dama Sara Sustaita, que tiene una gracia especial para todo, y en sus pupilas irresistibles mírase esa luz que esplendente brilla bajo la bóveda infinita de los cielos. La espiritual y graciosa hijita de nuestro excelente amigo el coronel Terán, notable pianista, es aristócrata, de buen talento y modesta, reúnese en ella, por decirlo así, cuanto puede formar el caudal más precioso para la felicidad. Y mil y mil pimpollos que son el adorno de aquella sociedad encantadora del Potosí. Felicítese todo aquel que vaya y que tenga la dicha de permanecer por algún tiempo en la tierra privilegiada por el Eterno.
El lector, antes de abandonar esta simpática población que le hemos dado a conocer superficialmente, tiene la oportunidad de dirigirse a varios puntos de la República, porque San Luis es centro, o lugar mejor dicho, en donde se cruzan las más importantes líneas ferroviarias. De San Luis Potosí puede salir el viajero para Tampico por la línea del Ferrocarril Central Mexicano, con sólo recorrer las estaciones de la Tinaja, Corcovada, Peotillos, Silos, Villar, la Joya, San Lázaro, Cerritos, San Bartolo y las Tablas, para llegar a Cárdenas, en cuyo punto se almuerza por un peso nada más y suculentamente. De Cárdenas, sigue Labor, Las Canoas y Tamos, y después de atravesar hermosas praderas y la lozana vegetación de aquellos puntos, y de admirar el anchuroso río Pánuco, que tiene una extensión de 400 millas, se cruza también el río Tamasí (sic), que une sus aguas con el Pánuco y poco después se va llegando con las poderosas máquinas del Central al puerto conocido con el nombre de Tampico.
No es nuestro objeto conocer este grandioso puerto, por más que como sabrá el lector no carece de importancia. Pero tenemos solamente deseo de transportarle por las principales ciudades de la República (capitales de Estado) y sólo nos detendremos en ciudades, villas o aldeas de verdadero tránsito y por necesidad. De manera que, suponiendo a nuestro ilustre viajero en la simpática San Luis, de allí debemos tomar, como habíamos dicho, el Ferrocarril Nacional, pues tiene que recorrer algunas millas para visitar otra de las capitales de gran importancia. “Vámonos…”, ha dicho el caballeroso conductor, mirando su cronómetro de oro que señala las 5:30 p. m. Nos acomodamos en el elegante Pullman para despertar a las 2 de la mañana, pues a las 2:35 a. m. llegamos a Acámbaro, y allí tenemos que pernoctar algunas horas.
Desde Potosí se recorren las siguientes estaciones: La Pila, Jesús María, Villa de Reyes, Javal (sic, se refiere a Jaral), Chirimoya, San Felipe, Obregón, Trancas, Peña Prieta, Rincón, Dolores Hidalgo (lugar histórico y venerable para todo mexicano, pues en este lugar se dio el grito de independencia el 16 de septiembre de 1810), Tequisquiapan, Atotonilco, San Miguel de Allende, Begoña, Rinconcillo, Chamacanero, Soria, San Juan, Santa Rita, Celaya, Ojo Seco, Cacalote, Salvatierra, San Cristóbal y Acámbaro. Procuraremos alojarnos lo mejor posible en este pequeño punto de tránsito, porque tenemos que permanecer allí hasta que llegue el tren directo de México a Morelia, que es el lugar a donde vamos. Visitemos la pequeña población que es muy antigua, y por lo mismo se encuentra muy deteriorada; pero sin embargo, sus bonitas calles, estrechas, pero aseadas, su exuberante vegetación y sus bonitas iglesias, etc., ofrecen un golpe de vista demasiado pintoresco. Recomendamos a nuestro viajero que se hospede en el Hotel Arroyo, que está en la plaza principal, si quiere permanecer en esta villa, allí se desayunará al estilo del país, con unos sabrosos tamales y atole de leche, y a las 7:45 a. m. sale de Acámbaro en otro tren que cruza el ramal, denominado Tren de Acámbaro, Morelia y Pátzcuaro y cuyo ferrocarril atraviesa las estaciones de La Cumbre, Andocutín, Huingo, Queréndaro, Zinzimeo, Quirio, La Saleta, Atapaneo, y a la 1:20 p. m. llegamos a la pintoresca ciudad de Morelia, capital del Estado de Michoacán.